5 Tomando conciencia
Llegamos a Al-Anon en busca de cambios. Queremos poner fin al dolor y recurrirnos a Al-Anon con la esperanza de descubrir qué hacer; pero aún no estamos listos para pasar a la acción, por más ansioso o impacientes que estemos. El cambio es un proceso, y en Al- Anon reconocemos que tomar conciencia es la primera etapa de este proceso que comprende un examen honesto de nosotros mismo y de nuestras circunstancias. Aunque parezca simple, después de años de ocultar tanto a nosotros mismos como a otras personas los aspectos desagradables de la realidad, la mayoría consideramos que realizar una evaluación sincera es una lucha.
RECONOCIENDO EL ALCOHOLISMO
A veces no reconocemos el alcoholismo aún teniéndolo en nuestras propias narices. Al haber vivido con la bebida durante muchos años, puede ser que la hayamos aceptado como algo normal, y por eso nunca nos sentimos demasiado preocupados. Tal vez nos imaginamos a los alcohólicos como vagos sucios y harapientos, y no pensamos que algún amigo o pariente bien vestido y que haya triunfado en la vida pudiera ser alcohólico, aunque obviamente beba en exceso. Nunca se nos ocurrió que la reacción a un pariente alcohólico olvidado desde hace tiempo podría tener consecuencias en nuestras vidas diarias años más tarde, o que podríamos vernos afectados negativamente por una relación con un alcohólico sobrio. Abundan las ideas falsas sobre el alcoholismo, y muchos simplemente no teníamos conciencia del carácter de la enfermedad o de sus repercusiones sobre nosotros, los familiares y amigos de alcohólicos. La ignorancia no es un pecado, ni un crimen, sino un obstáculo que nos impide ver la realidad.
También podemos ver los problemas en nuestra vida y, sin embargo, dejamos de reconocer al alcoholismo como su fuente. Quizás los veamos como problemas financieros o laborales, o le echemos la culpa a la falta de tiempo, de educación o de oportunidades. Quizá los consideremos tan sólo como vicisitudes de la vida, desafíos con los que cada quien debe lidiar. Como ya le hemos atribuido nuestros problemas a diversas fuentes, no nos damos cuenta de que cada uno de ellos se ajusta perfectamente al esquema global del alcoholismo, contagio familiar.
Además, hay otros obstáculos. Pocos pudimos sobrevivir el caos, la confusión y el dolor de un ambiente alcohólico sin desarrollar mecanismos que nos permitieran protegernos
emocionalmente de situaciones que no nos sentíamos capaces de manejar. Cuando nos parecía que era demasiado doloroso o atemorizante soportar nuestras circunstancias o nuestros sentimientos, quizá los hayamos distorsionado, suprimido, reorganizado en forma racional o ignorado completamente.
Tal vez nos dimos cuenta de la negación de un alcohólico, pero nunca nos enteramos de que esa podría ser una característica de todos los afectados por la enfermedad. Así como muchos alcohólicos insisten en que no tienen un problema de bebida, y rehúsan tocar dicho tema, pocos amigos y familiares reconocen que existen problemas. En realidad, no podemos ver, ni escuchar, ni palpar, ni, por otra parte, percibir lo que puede ser fácilmente obvio para otras personas. Irónicamente, debido a que toda nuestra vida está enmarcada en la enfermedad del alcoholismo, somos capaces de dejar de notar su presencia.
La capacidad de supervivencia emocional también puede alterar la manera en que percibimos los vínculos y los acontecimientos pasados. Cuando los recuerdos sobre temores del pasado son demasiado horribles o dolorosos, inconscientemente podemos borrarlos. Simplemente no los recordamos. Aunque deseáramos fervientemente poder recordar, estos recuerdos quedan encerrados y continúan controlando nuestras vidas al limitar o al modificar nuestro comportamiento. Sin darnos cuenta de eso, seguimos respondiendo a los acontecimientos traumáticos del pasado en lugar de responder a la realidad de nuestras vidas de hoy.
Cuando la vida pasó de ser afectuosa y pacífica en un momento a caótica y peligrosa al siguiente, de manera que nunca sabíamos que esperar, muchos de nosotros tuvimos que afrontar el consecuente sentimiento de desamparo y confusión, simplemente
decidiendo creer sólo en una de estas realidades. Por ejemplo, podría ser que aquellos que encaramos en el hogar ataques esporádicos de insultos provocados por el alcohol hayamos querido creer que vivíamos en un ambiente familiar maravilloso porque así parecía ser en algunos momentos. Al decidirnos por reconocer sólo una parte de la realidad, encontramos una explicación para los ataques verbales, tratándolos como excepciones, errores o acontecimientos únicos. Cada uno de tales episodios nos dejó devastados como si fuera el primero; no obstante, pronto volvimos a la realidad que elegimos ver, presentando una vez más un panorama de felicidad y armonía que estaba destinado a defraudarnos.
O quizás nos hayamos aferrado a la realidad opuesta, percibiendo que la vida era caótica y no confiando en los momentos de paz y buen humor. En este caso nos negamos a nosotros
mismos el goce de la bondad, del amor, del placer y de la buena voluntad. Estamos en guardia permanente.
Vivir con el alcoholismo nos llevó a suprimir o a pasar por alto nuestras emociones, nuestros deseos, nuestras esperanzas. Escondimos nuestros verdaderos sentimientos para poder sobrevivir, y, con el tiempo, nos olvidamos de que alguna vez tuvimos sentimientos. Logramos aislarnos tan bien que ya no participamos de la vida con entusiasmo. Al intentar protegernos, permitimos que se perdiera nuestra personalidad hasta que quedamos emocionalmente aturdidos.
LUCHANDO CON LA REALIDAD
Algunos de nosotros rehusamos intencionalmente ver la realidad de la vida o
las circunstancias en las que nos encontramos; pero la verdad es que la mayoría sí lo hemos hecho. En Al-Anon al final llegamos a percibir las diversas formas en que, sin saberlo, borramos segmentos completos de nuestro pasado y de nuestro presente. Reconocemos situaciones en las que inconscientemente nos habíamos convencido de que lo que vimos suceder simplemente no era así. Al mismo tiempo, entendemos que hicimos todo lo mejor posible en ese momento, tratando de sobrevivir, de adaptarnos a la manera en que nuestras vidas eran afectadas por el alcoholismo antes de que encontráramos la ayuda de Al-Anon.
Con la ayuda y el apoyo de nuestro programa y la hermandad, llegamos a ver cuánta energía se derrochaba anteriormente en escapar, ignorar, huir y negar. Reconocemos que hoy nuestra energía puede aprovecharse de modo más constructivo en curarnos a nosotros mismos así como a nuestras relaciones.
Muy a menudo en el pasado, la realidad interfería en nuestros planes. Las crisis destrozaban la fantasía. Nuestras percepciones demostraban ser poco fidedignas y cada vez era más difícil encarar la vida. No podíamos evaluar las opciones. Ni siquiera podíamos confiar en nuestros propios recuerdos.
Cuando las circunstancias nos obligaron por primera vez a tomar conciencia de nuestra situación inquietante, a menudo no queríamos o no podíamos aceptar la realidad que se nos había forzado a ver. Con vigor renovado adoptamos nuevos mecanismos para poder sobrevivir. Quizás adoptamos una decisión consciente en ignorar los problemas, esperando que se esfumaran por sí solos. O buscamos explicaciones racionales. Nos dijimos y les dijimos a otros que casi todos beben demasiado de vez en cuando; insistimos en que la situación no era tan mala como parecía. O reconocimos el problema de la bebida del alcohólico, pero negamos haber sido afectados. Nos confundimos, culpando a nuestro jefe, o al destino o al gobierno, por los problemas que encontramos. Dedicamos mucha energía a mostrar una buena actitud en público, asegurándonos de que todos pensaran que estábamos bien, y no permitiéndole a nadie saber cuándo nos sentíamos vulnerables o sufríamos, o lo que sucedía a puertas cerradas. En un esfuerzo por ser fieles, mentimos, inventamos excusas y tomamos a risa el comportamiento del alcohólico, así como el nuestro.
Algunos creamos vidas de fantasía para que no tuviéramos que pensar en el dolor en el que realmente vivíamos. Estas fantasías podían ser extremadamente placenteras, demasiado buenas para ser verdad, en donde todos eran amables y cariñosos, todos nuestros deseos y necesidades se satisfacían, y nos sentíamos felices en todo momento. Algunas fantasías creaban un mundo más misterioso en el que imaginábamos el dolor, la culpa o la muerte de los alcohólicos en nuestra vida con la creencia errónea de que su ausencia nos liberaría de nuestro tormento. Otros tenían fantasías de venganza, visualizando el sufrimiento del alcohólico (o de otras personas) como el sufrimiento que él nos infligió a nosotros, e imaginando una especie de poder sobre nuestras circunstancias del cual carecíamos en la vida real.
No fue sino hasta que pudimos encarar la realidad, que sinceramente logramos darnos cuenta de que desempeñábamos un papel trascendental en la creación de nuestra propia desgracia. Tampoco reconocimos que estábamos tan severamente afectados por la enfermedad, que nosotros mismos nos llegamos a enfermar.
PERCIBIENDO MEJOR LA REALIDAD
Al llegar a Al-Anon comenzamos a examinar de manera realista nuestra situación. Algunos nos vemos obligados a encarar hechos cuando las circunstancias lo exigen, como cuando arrestan a un ser querido o éste pide el divorcio. El tener nuestro mundo destrozado nos puede dejar sintiéndonos desorientados y aterrados. En esos momentos Al-Anon puede salvarnos la vida. Cuando nuestra percepción de la realidad no es fidedigna, necesitamos ayuda para recuperar el equilibrio. Al-Anon nos ofrece un enfoque Paso a Paso para reconstruir nuestras vidas y nuestra confianza en nosotros mismos en un ambiente de amor incondicional.
Otros son libres de afrontar la realidad de modo más gradual. Muchos descubrimos que ya no necesitamos las mismas tácticas de supervivencia, porque ahora tenemos el apoyo de la hermandad que verdaderamente nos entiende, y los instrumentos del programa que nos ayudan a encarar los problemas que en algún momento nos abrumaron. Nuestras viejas defensas llegan a ser no sólo innecesarias sino que evidentemente inadecuadas.
Desarrollar la capacidad de ver las cosas tal como son y encontrar maneras más sanas y apropiadas de lidiar con la gente y con las circunstancias que nos encontramos, no siempre es fácil ni cómodo. La mayoría de nosotros hemos tenido buenos motivos para ocultarnos cierta información. ¡Dolía! Probablemente aún duela. No es fácil ver sufrir a un ser querido; admitir, aún para nuestro propio ser, que un familiar cercano nos ha hecho objeto de agresiones ya sean físicas o sexuales; lidiar con el hecho de que la gente a la que acudimos en busca de amor y comprensión es incapaz de darlo; o reconocer que nosotros mismos nos hemos vuelto intransigentes, vengativos, pesimistas, sumisos, temerosos, desanimados, mezquinos, regañones, insistentes, controladores o prepotentes. Podemos sentirnos consternados al ver que las ideas y el comportamiento negativos que desarrollamos para protegernos de las experiencias dolorosas de nuestras vidas se han filtrado de hecho por todos los rincones de nuestro mundo. Es como si hubiéramos permitido que los mecanismos de defensa nos protegieran de todas las cosas de la vida en lugar de correr el riesgo de una osada participación en ella. Al tratar de evitar los aspectos desagradables de nuestras vidas, también nos hemos perdido de muchas de las alegrías.
No es fácil aceptar las maneras en que hemos sido afectados por el alcoholismo de otra persona; pero en realidad así ha sido. En algún lugar de nuestro ser interno muchos lo sabemos instintivamente. A menos que nos tomemos el tiempo para examinarnos con honestidad, quizás nunca nos liberemos de las cadenas del alcoholismo.
A pesar de lo que debamos encarar con respecto a nosotros mismos y a las personas que amamos, hay mucho más que ver que tan sólo la devastación del alcoholismo. A medida que aprendemos a separarnos de los efectos del alcoholismo, encontramos que gozamos de características de personalidad magníficas que no tienen nada que ver con éste. Somos afectuosos, cariñosos, con mucho para dar y una gran capacidad para difundir alegría. Por lo general, lleva tiempo ubicar esta parte positiva de nosotros y hacerla brotar, ya que todos esos años de represión de nuestros sentimientos y de nuestra identidad la han enterrado tan profundamente que nos olvidamos de su existencia; pero con paciencia, esa luz al final brillará otra vez. Esa es una razón por la cual vale la pena que muchos de nosotros atravesemos ese proceso de toma de conciencia, a menudo difícil, frustrante y atemorizador; hay regalos y tesoros maravillosos y sorprendentes que nos esperan del otro lado.
Mientras continuemos ocultándonos la verdad, esta continuará deteriorándose dentro de nosotros. Pueda ser que en el pasado hayamos necesitado luchar fuerte y solos ante situaciones adversas, pero ya no estamos luchando solos contra los efectos del alcoholismo. Hoy contamos con un programa que nos ayuda. El apoyo que recibimos de Al- Anon facilita el permitir que la verdad brote a la superficie donde la podemos develar. Tenemos derecho a esperar más de la vida que la mera supervivencia. Estamos aquí porque estamos dispuestos a sanar. Estamos dispuestos a mirarnos a nosotros y a nuestras vidas con nuevos ojos. Estamos dispuestos a tomar conciencia.
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