lunes, 29 de febrero de 2016

4 El alcoholismo y cómo nos afecta

4 El alcoholismo y cómo nos afecta

El alcoholismo es una enfermedad que nos confunde, ya que gran parte de ella escapa a la lógica. Es por eso que la mayoría de nosotros llega a Al-Anon  con muchas preguntas  sin respuesta.
Juré que nunca jamás me relacionaría con nadie que fuera como mis padres alcohólicos. Ahora me encuentro rodeado, empleado y   hasta  casado  con  gente precisamente  como ellos. ¿Cómo puede haber ocurrido esto? Finalmente él ha alcanzado la sobriedad en A.A. y en todo le va bien. ¿Por qué aún me siento tan desdichada?
Los médicos en el centro de tratamiento insisten en que mi hija es alcohólica, pero no les creo. Tiene sólo doce años, y nunca la vi caerse borracha – como los alcohólicos. ¿Acaso no  estarán equivocados los médicos?
En  el  momento en  que  por  fin pareciéramos salir adelante, ocurre siempre algún tipo de retroceso o crisis. La persona con quien vivo pareciera  que nunca se molesta  demasiado.  Simplemente  se sirve un  trago. Yo  soy  el  que  me  pongo histérico. ¿Por qué soy yo el que siempre se preocupa tanto? ¿Por qué debo ser yo el que siempre resuelve todos los problemas?
Por supuesto,  algunos de mis familiares bebían, pero no los consideraría alcohólicos.  Además, ¿qué tiene eso que ver conmigo?
El problema que tengo es que siempre me enamoro de  la  gente  equivocada. Me parece que no puedo gozar de una relación íntima sin que esta me estalle en la cara. ¿Creen que haya algún enlace?

No me preocupa realmente la bebida. Lo que me preocupa son las cuentas  que se acumulan,  los insultos, la  violencia, los problemas con  la  ley,  los  problemas sexuales y todo lo demás. ¿Cómo se podría evitar todo esto?

¿Por  qué  los  problemas de  familiares alcohólicos  que han muerto desde hace años continúan afectando mi vida?

Estoy perdiendo la  razón. Me  parece recordar  cosas terribles  sobre mi pasado, pero mi familia lo niega todo. Sin embargo, no puedo desembarazarme del sentimiento de que lo  que recuerdo es  verdad. ¿A quién le creo?
Según entiendo, ninguno de mis familiares bebió nunca; pero en ciertos aspectos, se comportaban como alcohólicos. ¿Cómo es posible?
Ella promete que nunca beberá otra vez, y dos días después se  emborracha nuevamente. ¿Qué  puedo  hacer  para hacerla dejar de beber de una vez por todas?
No conocí al alcohólico  sino ya sobrio durante muchos años. No obstante, me siento obsesionada por su comportamiento, afectada por sus cambios de ánimo, y cada vez más incapaz  de preocuparme  de mí. ¿Se relaciona esto con el alcoholismo?

¿Cómo puedo superar el dolor de verla beber?  La  amaba  mucho  pero  estoy
empezando a odiarla. No me parece que pueda evitarlo.
Pensé que la sobriedad nos acercaría, pero en  realidad nos  ha  separado aún  más. Ahora el  alcohólico insiste en  que  yo también  necesito  ayuda. No lo entiendo. Yo no soy la que tiene el problema. ¿Por qué debo asistir a reuniones?
Fui  desdichado durante mucho tiempo porque sólo sentía dolor; pero eso era “normal”.  ¿Qué hago ahora que ya no siento nada?

BUSCANDO RESPUESTAS
Aunque  muchos  llegamos  a   Al-Anon impacientes por obtener respuestas a estas y otras muchas preguntas, no  siempre hay soluciones rápidas o simples a cuestiones tan complicadas.  Pedir ayuda en Al-Anon no es como pedir ayuda en otros lados. En Al-Anon no damos consejos. Nadie le dice a nadie lo que tiene que hacer en su situación específica. Por  ejemplo, no  proponemos ni  nos oponemos a que la gente siga casada o se divorcie, a que se encare al alcohólico  o se permanezca en silencio, a que se permita a los hijos seguir viviendo en el hogar o se les pida que se  vayan, a  que se  interrumpan   los contactos con nuestras familias o se continúen fomentando las  relaciones. Estas  y muchísimas otras  decisiones difíciles son totalmente personales y sólo puede tomarlas la persona interesada. En realidad sugerimos que los  recién llegados a  Al-Anon no  tomen ninguna  decisión  importante  hasta que haya pasado bastante tiempo desde su llegada a Al- Anon, porque creemos  que la perspectiva de nuestras  circunstancias sufre  un   cambio considerable durante ese tiempo. Al esperar, a menudo se nos presentan opciones que no habíamos   considerado   anteriormente   y descubrimos que, con el tiempo, estamos más capacitados  para adoptar decisiones  que nos convengan.  Por eso sería absurdo promover alguna acción específica de nuestros miembros. No sabemos qué es lo mejor para otra persona.
En su lugar, ofrecemos  nuestra experiencia, fortaleza y  esperanza. Hablamos sobre nuestros problemas y sobre cómo utilizamos los principios y actividades del programa Al- Anon para  ayudarnos a  resolver las dificultades. Compartimos nuestros sentimientos,  nuestro crecimiento  y nuestro dolor.  Escuchamos y   aprendemos, nos identificamos  con las historias de  otros y descubrimos nuevas maneras de  abordar nuestras  circunstancias particulares, enterándonos de   cómo  otros  encararon cuestiones similares. Sugerimos que se queden con lo que les agrada y desechen el resto. Pueda ser  que  algunas de  las  cosas que decimos sean útiles, otras quizá no. Cada uno de nosotros es libre de elegir, de usar lo que nos parezca útil y dejar de lado lo demás.

CAMBIANDO  LA ORIENTACIÓN
Lo   que   definitivamente no  hacemos es dedicar mucho tiempo a  hablar sobre el alcohólico.  En vez de eso, aprendemos  a concentrarnos en   nosotros  mismos.  Al principio, puede ser  que  este  criterio no parezca demasiado lógico. Después de todo, a menudo es más fácil reconocer los problemas del  alcohólico que  los  propios. Muchos estamos seguros de que si él o ella dejara de beber, o siguiera un programa de recuperación mejor, o  cambiara sus  actitudes o comportamiento, todo marcharía bien. Lo que nos hace falta darnos cuenta o aceptar es que el alcoholismo  es una enfermedad.  El deseo incontrolable de beber es sólo un síntoma de esa enfermedad. Por eso muchos anhelamos el día en que el alcohólico de nuestras vidas alcance la sobriedad,  tan sólo para sentirnos consternados al  ver  que  la  sobriedad trae consigo toda una nueva serie de dificultades. El  prestarle atención a  un  síntoma,  por importante que   sea,   no   cura  toda  la enfermedad.   Muchos alcohólicos tienen la suficiente dicha de encontrar la sobriedad; y mediante  programas  tales como Alcohólicos Anónimos pueden contraer un compromiso a largo plazo con la recuperación. Hay grandes esperanzas  para aquellos  que pueden elegir este camino, pero la sobriedad no pone fin al alcoholismo. A pesar de que se puede detener, el alcoholismo no tiene cura.
“Pero por  supuesto”, argumentamos,   “la sobriedad  nos conviene,  ¡y debe haber algo que se pueda hacer para ayudar! Tiene que haber algo  que  podamos decir  que  tenga repercusiones  positivas, o  alguna forma de ayuda, apoyo o  información que podamos brindar que  convenza a  ese  ser  querido alcohólico  de que necesita ayuda o que nos asegure que  no  dejará  el  camino  de  la recuperación”.
De nuevo, tal como lo afirma la Asociación Médica Americana,   el alcoholismo  es  una enfermedad. ¿Acaso la  palabra adecuada puede detener la propagación  del cáncer o hacer que la quimioterapia  sea más eficaz?
¿Acaso nuestra ayuda, una apariencia atractiva, un ingreso más alto o una casa más limpia puede derrotar  la diseminación  de la enfermedad de Alzheimer? Nuestra compasión y apoyo podrían facilitarle la lucha contra la enfermedad a  un  ser  querido, pero simplemente no tenemos la facultad de curar la   enfermedad de  otra  persona. Somos incapaces ante el alcoholismo ajeno. Nosotros no  causamos la  enfermedad. No podemos controlarla. Y no podemos curarla.

NO LO CAUSAMOS
La  mayoría de  nosotros hemos oído  a alcohólicos  defender su forma de beber con afirmaciones  tales como: “Sólo bebo por la manera en que me tratan”. “Bebo porque me preocupa de dónde va a salir el dinero”. “No me amas; por eso bebo”. “No hay nada malo con mi forma de beber, simplemente  eres anticuado”. Cuando continuamente escuchamos  acusaciones  como esas, tarde o temprano nos damos cuenta de que es difícil separar los  hechos de  la  ficción. Si  el alcohólico descubre algo por  lo  cual nos sentimos culpables, se nos hace difícil no creer que eso sea cierto.
El   alcoholismo no   lo   causa  nuestros problemas familiares, nuestras acciones o inacciones, lo  que  hayamos dicho o  no hayamos dicho, ni la forma en que nos vean. Los alcohólicos podrían echarle la culpa de su bebida a las personas que aman, pero ellos beben porque tienen una enfermedad. Es tan simple como eso.

NO LO PODEMOS CONTROLAR
A pesar de que podríamos admitir que no causamos la bebida, en otro nivel quizás nos sintamos responsables.  A pesar de que lo intentamos  todo, los alcohólicos  aún beben. Tratamos  de hacer cualquier cosa que tenga sentido y  muchas que no  lo  tienen. Sin embargo, nos negamos a  renunciar  porque sentimos  que eso nos hace vernos débiles y fuera de control —debe haber algo más que podamos  hacer—.  Lo único que no hicimos fue renunciar.
Cuando finalmente nos  entregamos, nos dimos cuenta de que sólo renunciábamos  a nuestra lucha inútil contra una enfermedad incurable. Luego fuimos libres de enfocarnos en las cosas sobre las cuales podíamos hacer algo, en lugar de tratar de cambiar lo que no podíamos.

NO LO PODEMOS CURAR
El  alcoholismo es  una  enfermedad progresiva. Si no lo causamos y no podemos controlar,  entonces  la   responsabilidad de encontrar una respuesta es del alcohólico, no nuestra. Hasta que el alcohólico  sienta el deseo de dejar de beber, las palabras, el dinero y  el tratamiento  son en general esfuerzos perdidos. Si bien no somos capaces de curar el alcoholismo, podemos cambiar nuestra propia actitud. Cuando los miembros de la familia y amigos cambian su  forma de  pensar, la situación puede mejorar totalmente.
Al saber que no causamos la enfermedad y que  no  podemos controlarla ni  curarla, aprendemos a dejar que el alcohólico enfrente las  consecuencias de  sus  acciones.  Nos desprendemos lo suficiente como para no ser sobreprotectores ni  encubrir al  alcohólico.
Dejamos de inventar excusas ante los amigos y familiares debido a su comportamiento— los demás por lo general saben lo que sucede de todos modos. Aprendemos a no dejar que la bebida de otra persona interfiera con nuestros propios planes.  Hacemos nuestro mayor esfuerzo por  acompañar nuestro desprendimiento  con sincera compasión  — para comprender  esta enfermedad  y a todas las personas afectadas por ella—.

APRENDIENDO SOBRE EL ALCOHOLISMO
Entonces si  no  podemos detener el alcoholismo  y garantizar  la sobriedad,  ¿por qué venimos a Al-Anon? Como solía decir el primer  anuncio  de   servicio  público  de Al-Anon: “Se puede ver lo que la bebida le hace al alcohólico; pero, ¿se puede ver lo que te hace a ti?”
El folleto de Al-Anon El alcoholismo  y cómo nos afecta lo explica de la siguiente forma:
“El alcoholismo  es una enfermedad de la familia. Beber compulsivamente  afecta tanto al alcohólico como a  las  personas que lo rodean: amistades, compañeros de  trabajo, hijos, padres, relaciones amorosas y matrimonio; todos sufren los  efectos del alcoholismo. Los  que  quedan más profundamente afectados son quienes están en contacto directo con el alcohólico y los que se preocupan  más por él son quienes quedan literalmente atrapados  a   causa   de   su comportamiento. Reaccionamos ante   el comportamiento  del alcohólico;  cuando nos damos cuenta de que este problema  con la bebida está fuera de su alcance, tratamos de controlarlo. Nos avergonzamos de las escenas que el alcohólico  hace en público,  pero en privado tratamos de arreglar la situación.  No tardaremos en sentirnos culpables y en cargar con las penas, temores y culpas del alcohólico.
También nosotros nos podemos enfermar. Incluso las personas bien intencionadas  a menudo comienzan a  contar el número de tragos que toma el alcohólico. Podemos vaciar bebidas alcohólicas costosas por el fregadero, registrar la  casa en  busca de  las botellas escondidas y estar a la escucha del sonido del sacacorchos. Todos nuestros pensamientos se concentran en lo que hace o deja de hacer el alcohólico,  y en lo que podría  hacerse  para que deje de beber. Esto es lo que llamamos nuestra obsesión.
Es muy doloroso contemplar  la manera  en que un ser humano se va matando lentamente con el alcohol.  Y aunque el alcohólico  no parezca preocuparse por  las  cuentas por pagar, el empleo,  los hijos o por su propia salud, la gente que lo rodea generalmente  sí empieza  a   preocuparse; pero  a   menudo cometemos el  error  de  encubrirlo y   de arreglarle   todo:   tratamos   de   excusarlo, mentimos, tratando de enmendar las relaciones  que se habían echado a perder y nos preocupamos mucho más. Esto es lo que llamamos nuestra angustia.
Tarde o temprano, el comportamiento  del alcohólico  hace que los demás se enojen. Cuando nos damos cuenta de  que el alcohólico está  mintiendo, utilizándonos   y descuidando sus  responsabilidades, posiblemente   empecemos a  sentir que  el alcohólico no nos quiere. A menudo queremos desquitarnos, castigarlo y hacerlo pagar por las penas y  las frustraciones  causadas por su incontrolable manera de beber. Esto es lo que llamamos nuestra ira.
En ocasiones, los más allegados al alcohólico empezamos  a fingir. Aceptamos  promesas  y confiamos en el alcohólico. Cada vez que hay un período de sobriedad,  por breve que sea, creemos que el problema ha desaparecido para siempre. Y aunque todos los instintos nos
digan que la forma de beber y el comportamiento del alcohólico andan mal, aún seguimos ocultando nuestros sentimientos  y pensamientos. Esto  es   lo   que  llamamos nuestra negación.
Quizá el  peor daño que  hemos sufrido aquellos que hemos vivido con un alcohólico es la idea insistente y tenaz de que la culpa es de nosotros: quizás sentimos que es a causa de algo que hicimos, o porque no hemos estado a la altura de las circunstancias,  o porque  no somos  suficientemente  atractivos  o debido  a que no tenemos la inteligencia suficiente para haber resuelto el problema  de nuestro ser querido. Esto es lo que llamamos  nuestro sentimiento de culpabilidad”.

VIVIENDO CON UN ALCOHÓLICO SOBRIO
Nosotros, quienes tenemos seres queridos en proceso de recuperación en A.A., también nos
sentimos afectados por esta enfermedad familiar.  Reaccionamos también  ante   el alcoholismo.  Supervisamos  el progreso de la sobriedad, contando la cantidad de reuniones a las que han asistido, tal como antes contábamos la cantidad de tragos, y buscamos minuciosamente  incoherencias  o indicaciones de deslices. Andamos  con pies de plomo, cuidadosos de  no  hacer nada que pueda perturbar  al   alcohólico en   proceso  de recuperación  reciente,  o vemos la sobriedad con escepticismo,  sin voluntad de confiar en los cambios  que percibimos.  Esperamos  una gran transformación  en el alcohólico,  y nos preocupamos cuando no se cumplen nuestras expectativas. Después de años de esperar una relación más intima, más alentadora, más afable, o de desear que se compartieran  las responsabilidades del  hogar,  muchos  nos sentimos frustrados al descubrir que nuestras esperanzas siguen sin concretarse y que nos sentimos más solos que nunca.
Vivir con un alcohólico sobrio puede ser parecido a vivir con una persona totalmente diferente. Aunque podamos estar agradecidísimos  por la sobriedad de nuestro ser querido,  muchos nos resentimos  por el nuevo papel más activo que ahora desea desempeñar  el alcohólico  en la adopción  de decisiones familiares,  o por la independencia que  de  repente demuestra. Nos sentimos incómodos  con todos los cambios  sobre los cuales no  tenemos control. Pese  a  que fervientemente   deseábamos   cambios en  la época de la bebida, a lo mejor esto no es lo que teníamos en  mente. Algunos nos volvemos  celosos debido al tiempo que el alcohólico  dura en asistir a reuniones  o en charlar y socializar  con otros miembros  de A.A. De repente, después de exigirle tantos cambios, nos damos cuenta de que él o ella nos exige cambios similares.

BUSCANDO SOLUCIONES PROPIAS
Es claro que la sobriedad de un ser querido no resuelve todos nuestros problemas, Tampoco los resuelve la separación física, ni siquiera la muerte. Aún los que no hemos estado relacionados   con  ningún alcohólico durante  muchos  años,  encontramos que seguimos afectados por  esa  enfermedad familiar. En síntesis, los efectos del alcoholismo: la obsesión, la ansiedad, la ira, la negación y los sentimientos de culpa tienden a persistir hasta que busquemos la recuperación propia.
El drama de los problemas  de otra gente puede distraernos demasiado, en  especial cuando  esa gente es alcohólica;  pero en Al- Anon descubrimos que el problema no radica sólo en la otra persona, sino que también lo llevamos dentro de nosotros. El comportamiento  de un amigo, cónyuge,  hijo, hermano, empleador o padre alcohólico puede
habernos conducido  a Al-Anon, pero pronto vemos que nuestro propio pensamiento se ha distorsionado. Al-Anon nos ayuda a dejar de gastar el tiempo en tratar de cambiar las cosas sobre las que no tenemos control alguno y a poner en acción nuestros esfuerzos en donde sí tenemos algo de control para hacerlo: sobre nuestras propias vidas.

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