lunes, 29 de febrero de 2016

4 El alcoholismo y cómo nos afecta

4 El alcoholismo y cómo nos afecta

El alcoholismo es una enfermedad que nos confunde, ya que gran parte de ella escapa a la lógica. Es por eso que la mayoría de nosotros llega a Al-Anon  con muchas preguntas  sin respuesta.
Juré que nunca jamás me relacionaría con nadie que fuera como mis padres alcohólicos. Ahora me encuentro rodeado, empleado y   hasta  casado  con  gente precisamente  como ellos. ¿Cómo puede haber ocurrido esto? Finalmente él ha alcanzado la sobriedad en A.A. y en todo le va bien. ¿Por qué aún me siento tan desdichada?
Los médicos en el centro de tratamiento insisten en que mi hija es alcohólica, pero no les creo. Tiene sólo doce años, y nunca la vi caerse borracha – como los alcohólicos. ¿Acaso no  estarán equivocados los médicos?
En  el  momento en  que  por  fin pareciéramos salir adelante, ocurre siempre algún tipo de retroceso o crisis. La persona con quien vivo pareciera  que nunca se molesta  demasiado.  Simplemente  se sirve un  trago. Yo  soy  el  que  me  pongo histérico. ¿Por qué soy yo el que siempre se preocupa tanto? ¿Por qué debo ser yo el que siempre resuelve todos los problemas?
Por supuesto,  algunos de mis familiares bebían, pero no los consideraría alcohólicos.  Además, ¿qué tiene eso que ver conmigo?
El problema que tengo es que siempre me enamoro de  la  gente  equivocada. Me parece que no puedo gozar de una relación íntima sin que esta me estalle en la cara. ¿Creen que haya algún enlace?

No me preocupa realmente la bebida. Lo que me preocupa son las cuentas  que se acumulan,  los insultos, la  violencia, los problemas con  la  ley,  los  problemas sexuales y todo lo demás. ¿Cómo se podría evitar todo esto?

¿Por  qué  los  problemas de  familiares alcohólicos  que han muerto desde hace años continúan afectando mi vida?

Estoy perdiendo la  razón. Me  parece recordar  cosas terribles  sobre mi pasado, pero mi familia lo niega todo. Sin embargo, no puedo desembarazarme del sentimiento de que lo  que recuerdo es  verdad. ¿A quién le creo?
Según entiendo, ninguno de mis familiares bebió nunca; pero en ciertos aspectos, se comportaban como alcohólicos. ¿Cómo es posible?
Ella promete que nunca beberá otra vez, y dos días después se  emborracha nuevamente. ¿Qué  puedo  hacer  para hacerla dejar de beber de una vez por todas?
No conocí al alcohólico  sino ya sobrio durante muchos años. No obstante, me siento obsesionada por su comportamiento, afectada por sus cambios de ánimo, y cada vez más incapaz  de preocuparme  de mí. ¿Se relaciona esto con el alcoholismo?

¿Cómo puedo superar el dolor de verla beber?  La  amaba  mucho  pero  estoy
empezando a odiarla. No me parece que pueda evitarlo.
Pensé que la sobriedad nos acercaría, pero en  realidad nos  ha  separado aún  más. Ahora el  alcohólico insiste en  que  yo también  necesito  ayuda. No lo entiendo. Yo no soy la que tiene el problema. ¿Por qué debo asistir a reuniones?
Fui  desdichado durante mucho tiempo porque sólo sentía dolor; pero eso era “normal”.  ¿Qué hago ahora que ya no siento nada?

BUSCANDO RESPUESTAS
Aunque  muchos  llegamos  a   Al-Anon impacientes por obtener respuestas a estas y otras muchas preguntas, no  siempre hay soluciones rápidas o simples a cuestiones tan complicadas.  Pedir ayuda en Al-Anon no es como pedir ayuda en otros lados. En Al-Anon no damos consejos. Nadie le dice a nadie lo que tiene que hacer en su situación específica. Por  ejemplo, no  proponemos ni  nos oponemos a que la gente siga casada o se divorcie, a que se encare al alcohólico  o se permanezca en silencio, a que se permita a los hijos seguir viviendo en el hogar o se les pida que se  vayan, a  que se  interrumpan   los contactos con nuestras familias o se continúen fomentando las  relaciones. Estas  y muchísimas otras  decisiones difíciles son totalmente personales y sólo puede tomarlas la persona interesada. En realidad sugerimos que los  recién llegados a  Al-Anon no  tomen ninguna  decisión  importante  hasta que haya pasado bastante tiempo desde su llegada a Al- Anon, porque creemos  que la perspectiva de nuestras  circunstancias sufre  un   cambio considerable durante ese tiempo. Al esperar, a menudo se nos presentan opciones que no habíamos   considerado   anteriormente   y descubrimos que, con el tiempo, estamos más capacitados  para adoptar decisiones  que nos convengan.  Por eso sería absurdo promover alguna acción específica de nuestros miembros. No sabemos qué es lo mejor para otra persona.
En su lugar, ofrecemos  nuestra experiencia, fortaleza y  esperanza. Hablamos sobre nuestros problemas y sobre cómo utilizamos los principios y actividades del programa Al- Anon para  ayudarnos a  resolver las dificultades. Compartimos nuestros sentimientos,  nuestro crecimiento  y nuestro dolor.  Escuchamos y   aprendemos, nos identificamos  con las historias de  otros y descubrimos nuevas maneras de  abordar nuestras  circunstancias particulares, enterándonos de   cómo  otros  encararon cuestiones similares. Sugerimos que se queden con lo que les agrada y desechen el resto. Pueda ser  que  algunas de  las  cosas que decimos sean útiles, otras quizá no. Cada uno de nosotros es libre de elegir, de usar lo que nos parezca útil y dejar de lado lo demás.

CAMBIANDO  LA ORIENTACIÓN
Lo   que   definitivamente no  hacemos es dedicar mucho tiempo a  hablar sobre el alcohólico.  En vez de eso, aprendemos  a concentrarnos en   nosotros  mismos.  Al principio, puede ser  que  este  criterio no parezca demasiado lógico. Después de todo, a menudo es más fácil reconocer los problemas del  alcohólico que  los  propios. Muchos estamos seguros de que si él o ella dejara de beber, o siguiera un programa de recuperación mejor, o  cambiara sus  actitudes o comportamiento, todo marcharía bien. Lo que nos hace falta darnos cuenta o aceptar es que el alcoholismo  es una enfermedad.  El deseo incontrolable de beber es sólo un síntoma de esa enfermedad. Por eso muchos anhelamos el día en que el alcohólico de nuestras vidas alcance la sobriedad,  tan sólo para sentirnos consternados al  ver  que  la  sobriedad trae consigo toda una nueva serie de dificultades. El  prestarle atención a  un  síntoma,  por importante que   sea,   no   cura  toda  la enfermedad.   Muchos alcohólicos tienen la suficiente dicha de encontrar la sobriedad; y mediante  programas  tales como Alcohólicos Anónimos pueden contraer un compromiso a largo plazo con la recuperación. Hay grandes esperanzas  para aquellos  que pueden elegir este camino, pero la sobriedad no pone fin al alcoholismo. A pesar de que se puede detener, el alcoholismo no tiene cura.
“Pero por  supuesto”, argumentamos,   “la sobriedad  nos conviene,  ¡y debe haber algo que se pueda hacer para ayudar! Tiene que haber algo  que  podamos decir  que  tenga repercusiones  positivas, o  alguna forma de ayuda, apoyo o  información que podamos brindar que  convenza a  ese  ser  querido alcohólico  de que necesita ayuda o que nos asegure que  no  dejará  el  camino  de  la recuperación”.
De nuevo, tal como lo afirma la Asociación Médica Americana,   el alcoholismo  es  una enfermedad. ¿Acaso la  palabra adecuada puede detener la propagación  del cáncer o hacer que la quimioterapia  sea más eficaz?
¿Acaso nuestra ayuda, una apariencia atractiva, un ingreso más alto o una casa más limpia puede derrotar  la diseminación  de la enfermedad de Alzheimer? Nuestra compasión y apoyo podrían facilitarle la lucha contra la enfermedad a  un  ser  querido, pero simplemente no tenemos la facultad de curar la   enfermedad de  otra  persona. Somos incapaces ante el alcoholismo ajeno. Nosotros no  causamos la  enfermedad. No podemos controlarla. Y no podemos curarla.

NO LO CAUSAMOS
La  mayoría de  nosotros hemos oído  a alcohólicos  defender su forma de beber con afirmaciones  tales como: “Sólo bebo por la manera en que me tratan”. “Bebo porque me preocupa de dónde va a salir el dinero”. “No me amas; por eso bebo”. “No hay nada malo con mi forma de beber, simplemente  eres anticuado”. Cuando continuamente escuchamos  acusaciones  como esas, tarde o temprano nos damos cuenta de que es difícil separar los  hechos de  la  ficción. Si  el alcohólico descubre algo por  lo  cual nos sentimos culpables, se nos hace difícil no creer que eso sea cierto.
El   alcoholismo no   lo   causa  nuestros problemas familiares, nuestras acciones o inacciones, lo  que  hayamos dicho o  no hayamos dicho, ni la forma en que nos vean. Los alcohólicos podrían echarle la culpa de su bebida a las personas que aman, pero ellos beben porque tienen una enfermedad. Es tan simple como eso.

NO LO PODEMOS CONTROLAR
A pesar de que podríamos admitir que no causamos la bebida, en otro nivel quizás nos sintamos responsables.  A pesar de que lo intentamos  todo, los alcohólicos  aún beben. Tratamos  de hacer cualquier cosa que tenga sentido y  muchas que no  lo  tienen. Sin embargo, nos negamos a  renunciar  porque sentimos  que eso nos hace vernos débiles y fuera de control —debe haber algo más que podamos  hacer—.  Lo único que no hicimos fue renunciar.
Cuando finalmente nos  entregamos, nos dimos cuenta de que sólo renunciábamos  a nuestra lucha inútil contra una enfermedad incurable. Luego fuimos libres de enfocarnos en las cosas sobre las cuales podíamos hacer algo, en lugar de tratar de cambiar lo que no podíamos.

NO LO PODEMOS CURAR
El  alcoholismo es  una  enfermedad progresiva. Si no lo causamos y no podemos controlar,  entonces  la   responsabilidad de encontrar una respuesta es del alcohólico, no nuestra. Hasta que el alcohólico  sienta el deseo de dejar de beber, las palabras, el dinero y  el tratamiento  son en general esfuerzos perdidos. Si bien no somos capaces de curar el alcoholismo, podemos cambiar nuestra propia actitud. Cuando los miembros de la familia y amigos cambian su  forma de  pensar, la situación puede mejorar totalmente.
Al saber que no causamos la enfermedad y que  no  podemos controlarla ni  curarla, aprendemos a dejar que el alcohólico enfrente las  consecuencias de  sus  acciones.  Nos desprendemos lo suficiente como para no ser sobreprotectores ni  encubrir al  alcohólico.
Dejamos de inventar excusas ante los amigos y familiares debido a su comportamiento— los demás por lo general saben lo que sucede de todos modos. Aprendemos a no dejar que la bebida de otra persona interfiera con nuestros propios planes.  Hacemos nuestro mayor esfuerzo por  acompañar nuestro desprendimiento  con sincera compasión  — para comprender  esta enfermedad  y a todas las personas afectadas por ella—.

APRENDIENDO SOBRE EL ALCOHOLISMO
Entonces si  no  podemos detener el alcoholismo  y garantizar  la sobriedad,  ¿por qué venimos a Al-Anon? Como solía decir el primer  anuncio  de   servicio  público  de Al-Anon: “Se puede ver lo que la bebida le hace al alcohólico; pero, ¿se puede ver lo que te hace a ti?”
El folleto de Al-Anon El alcoholismo  y cómo nos afecta lo explica de la siguiente forma:
“El alcoholismo  es una enfermedad de la familia. Beber compulsivamente  afecta tanto al alcohólico como a  las  personas que lo rodean: amistades, compañeros de  trabajo, hijos, padres, relaciones amorosas y matrimonio; todos sufren los  efectos del alcoholismo. Los  que  quedan más profundamente afectados son quienes están en contacto directo con el alcohólico y los que se preocupan  más por él son quienes quedan literalmente atrapados  a   causa   de   su comportamiento. Reaccionamos ante   el comportamiento  del alcohólico;  cuando nos damos cuenta de que este problema  con la bebida está fuera de su alcance, tratamos de controlarlo. Nos avergonzamos de las escenas que el alcohólico  hace en público,  pero en privado tratamos de arreglar la situación.  No tardaremos en sentirnos culpables y en cargar con las penas, temores y culpas del alcohólico.
También nosotros nos podemos enfermar. Incluso las personas bien intencionadas  a menudo comienzan a  contar el número de tragos que toma el alcohólico. Podemos vaciar bebidas alcohólicas costosas por el fregadero, registrar la  casa en  busca de  las botellas escondidas y estar a la escucha del sonido del sacacorchos. Todos nuestros pensamientos se concentran en lo que hace o deja de hacer el alcohólico,  y en lo que podría  hacerse  para que deje de beber. Esto es lo que llamamos nuestra obsesión.
Es muy doloroso contemplar  la manera  en que un ser humano se va matando lentamente con el alcohol.  Y aunque el alcohólico  no parezca preocuparse por  las  cuentas por pagar, el empleo,  los hijos o por su propia salud, la gente que lo rodea generalmente  sí empieza  a   preocuparse; pero  a   menudo cometemos el  error  de  encubrirlo y   de arreglarle   todo:   tratamos   de   excusarlo, mentimos, tratando de enmendar las relaciones  que se habían echado a perder y nos preocupamos mucho más. Esto es lo que llamamos nuestra angustia.
Tarde o temprano, el comportamiento  del alcohólico  hace que los demás se enojen. Cuando nos damos cuenta de  que el alcohólico está  mintiendo, utilizándonos   y descuidando sus  responsabilidades, posiblemente   empecemos a  sentir que  el alcohólico no nos quiere. A menudo queremos desquitarnos, castigarlo y hacerlo pagar por las penas y  las frustraciones  causadas por su incontrolable manera de beber. Esto es lo que llamamos nuestra ira.
En ocasiones, los más allegados al alcohólico empezamos  a fingir. Aceptamos  promesas  y confiamos en el alcohólico. Cada vez que hay un período de sobriedad,  por breve que sea, creemos que el problema ha desaparecido para siempre. Y aunque todos los instintos nos
digan que la forma de beber y el comportamiento del alcohólico andan mal, aún seguimos ocultando nuestros sentimientos  y pensamientos. Esto  es   lo   que  llamamos nuestra negación.
Quizá el  peor daño que  hemos sufrido aquellos que hemos vivido con un alcohólico es la idea insistente y tenaz de que la culpa es de nosotros: quizás sentimos que es a causa de algo que hicimos, o porque no hemos estado a la altura de las circunstancias,  o porque  no somos  suficientemente  atractivos  o debido  a que no tenemos la inteligencia suficiente para haber resuelto el problema  de nuestro ser querido. Esto es lo que llamamos  nuestro sentimiento de culpabilidad”.

VIVIENDO CON UN ALCOHÓLICO SOBRIO
Nosotros, quienes tenemos seres queridos en proceso de recuperación en A.A., también nos
sentimos afectados por esta enfermedad familiar.  Reaccionamos también  ante   el alcoholismo.  Supervisamos  el progreso de la sobriedad, contando la cantidad de reuniones a las que han asistido, tal como antes contábamos la cantidad de tragos, y buscamos minuciosamente  incoherencias  o indicaciones de deslices. Andamos  con pies de plomo, cuidadosos de  no  hacer nada que pueda perturbar  al   alcohólico en   proceso  de recuperación  reciente,  o vemos la sobriedad con escepticismo,  sin voluntad de confiar en los cambios  que percibimos.  Esperamos  una gran transformación  en el alcohólico,  y nos preocupamos cuando no se cumplen nuestras expectativas. Después de años de esperar una relación más intima, más alentadora, más afable, o de desear que se compartieran  las responsabilidades del  hogar,  muchos  nos sentimos frustrados al descubrir que nuestras esperanzas siguen sin concretarse y que nos sentimos más solos que nunca.
Vivir con un alcohólico sobrio puede ser parecido a vivir con una persona totalmente diferente. Aunque podamos estar agradecidísimos  por la sobriedad de nuestro ser querido,  muchos nos resentimos  por el nuevo papel más activo que ahora desea desempeñar  el alcohólico  en la adopción  de decisiones familiares,  o por la independencia que  de  repente demuestra. Nos sentimos incómodos  con todos los cambios  sobre los cuales no  tenemos control. Pese  a  que fervientemente   deseábamos   cambios en  la época de la bebida, a lo mejor esto no es lo que teníamos en  mente. Algunos nos volvemos  celosos debido al tiempo que el alcohólico  dura en asistir a reuniones  o en charlar y socializar  con otros miembros  de A.A. De repente, después de exigirle tantos cambios, nos damos cuenta de que él o ella nos exige cambios similares.

BUSCANDO SOLUCIONES PROPIAS
Es claro que la sobriedad de un ser querido no resuelve todos nuestros problemas, Tampoco los resuelve la separación física, ni siquiera la muerte. Aún los que no hemos estado relacionados   con  ningún alcohólico durante  muchos  años,  encontramos que seguimos afectados por  esa  enfermedad familiar. En síntesis, los efectos del alcoholismo: la obsesión, la ansiedad, la ira, la negación y los sentimientos de culpa tienden a persistir hasta que busquemos la recuperación propia.
El drama de los problemas  de otra gente puede distraernos demasiado, en  especial cuando  esa gente es alcohólica;  pero en Al- Anon descubrimos que el problema no radica sólo en la otra persona, sino que también lo llevamos dentro de nosotros. El comportamiento  de un amigo, cónyuge,  hijo, hermano, empleador o padre alcohólico puede
habernos conducido  a Al-Anon, pero pronto vemos que nuestro propio pensamiento se ha distorsionado. Al-Anon nos ayuda a dejar de gastar el tiempo en tratar de cambiar las cosas sobre las que no tenemos control alguno y a poner en acción nuestros esfuerzos en donde sí tenemos algo de control para hacerlo: sobre nuestras propias vidas.

viernes, 26 de febrero de 2016

26 de febrero




Al-anon

26 DE FEBRERO
Todos cometemos errores. Pero tenemos la esperanza de que al aplicar el programa de Al-anon y continuar conociéndonos mejor, aprenderemos de esos errores. Podemos reparar los males que hemos causado, y también cambiar nuestro comportamiento y actitudes para así no repetir los mismos errores. De esta manera hasta las penosas experiencias pasadas nos pueden ayudar a aprender cómo crear un mejor futuro.
El obstáculo más grande en este proceso de aprendizaje es la vergüenza. La vergüenza es una excusa que tenemos hoy para sentir desprecio por nosotros mismos por algo que hicimos o dejamos de hacer en el pasado. No cabe en una mente llena de vergüenza el hecho de que hicimos todo lo posible en ese momento; tampoco cabe que como seres humanos estamos condenados a cometer errores.
Cuando siento vergüenza, necesito examinar mi realidad, porque mi manera de pensar probablemente esté distorsionada. Aunque posiblemente requiera un gran valor, si lo comparto con un amigo de Al-Anon, pondré freno a los pensamientos autodestructivos y haré un lugar para una idea de amor y cuidado. Con un poco de ayuda podré descubrir que aun los momentos más vergonzosos pueden bendecir mi vida al enseñarme a tomar una dirección más positiva.

Recordatorio para hoy
Hoy me amaré lo suficiente como para reconocer que la vergüenza es un error de juicio.
"La lección fundamental que todos nosotros debemos aprender es el amor incondicional, que induye no solamente a los demás sino también a nosotros mismos."

Elisabeth kubler-Ross

miércoles, 24 de febrero de 2016

Lemas Al Anon

Los Lemas de Al Anon

A diferencia de algunos principios y prácticas de Al-Anon cuyo aprendizaje  y  aplicación llevan un cierto tiempo, los lemas de Al-Anon son fáciles de aprender y recordar. Quizás los hayan escuchado  cientos  de veces antes sin tomarlos  seriamente  o ponerlos  en práctica. Después  de todo, son frases estereotipadas que se descartan  con facilidad;  pero es su simpleza lo que los hace tan poderosos.
Al afrontar una situación confusa o perturbadora, un lema puede salvarnos la vida. Si estamos desconcertados,   sin  saber qué hacer, estos dichos simples pero profundos pueden aclarar nuestras ideas. Por ejemplo, cuando los temores sobre el futuro nublan nuestra capacidad de  adoptar una decisión urgente, podemos aplicar el lema “Un día a la vez” y concentrarnos en este día solamente, recordando  que nuestros temores quizás no reflejen la realidad, porque el futuro aún no se ha escrito.

Cuando estamos de repente ante un problema complejo, aparentemente abrumador, podemos usar “Primero, las cosas más  importantes”, sabiendo que  algunas acciones son más importantes que otras y que no podemos hacer todo al mismo tiempo.

Los lemas constituyen recordatorios amables y tranquilos  de que nuestras circunstancias quizás no sean tan imposibles o desesperadas como parecían al comienzo. Estas expresiones concisas de sabiduría nos dan con rapidez la seguridad de que realmente podemos encarar todo lo que nos trae la vida, y nos conducen a concretar acciones constructivas y a tratarnos a nosotros mismos y a otros con compasión y respeto. Si somos muy nuevos en Al-Anon o estamos   demasiado  abrumados  por   las
circunstancias y no recordamos alguno de los muchos principios de Al-Anon que pueden aplicarse, un simple lema puede colocar toda la situación en su justa perspectiva.

“Mantenlo simple”

Al encarar  los efectos  desconcertantes  y a menudo abrumadores del alcoholismo, cuanto más simple y directo sea el enfoque, mejor. El lema “Mantenlo  simple” explica justamente eso. Cuando la vida parece ingobernable  o confusa, muchos, sin saberlo, complicamos las cosas aún más tratando de adelantarnos a todo lo que pueda salir mal, para estar preparados a responder.  Este lema nos recuerda  que no podemos controlar todos los  resultados posibles  en cada situación,  y que intentarlo hace que  nuestras vidas se  vuelvan más difíciles  y  tensas  que  de  costumbre. Al “mantenerlo simple”, tratamos de  ver  las cosas como son en realidad, examinando  lo que verdaderamente está sucediendo en lugar de todo aquello que podría o  no suceder. Podríamos afrontar grandes proyectos y desafíos con lentitud, paso a paso, en etapas de fácil manejo en vez de todo de una sola vez. A veces debemos actuar con apresuramiento,  pero no toda tarea nueva o acontecimiento inesperado constituye una crisis. Nuestras temerosas respuestas iniciales pueden ser causadas  por la costumbre  más que  por  necesidad. Con  el  tiempo, aprendemos  que al sentirnos paralizados  y abrumados, complicamos las  cosas  o aceptamos más de lo que podemos manejar en ese momento  o en ese día, y que seríamos más afortunados simplificando lo que estamos tratando de  lograr. Podemos relajarnos e intentar  ser  más  amables con  nosotros mismos, confiando en que al poner un pié delante del otro, al final llegaremos  a donde nos dirigimos.

“Por la gracia de Dios”

Este lema, una versión abreviada de “ahí, por la gracia de Dios, voy yo”, nos recuerda acercarnos a   otra  gente  con  compasión. Muchos nos hemos vuelto impacientes, críticos y  resentidos  con aquellos que nos rodean, en especial los alcohólicos de nuestras vidas; pero cuando las actitudes y acciones de otros nos molestan,  recordamos  que, si no fuera por la gracia de nuestro Poder Superior, bien podríamos estar nosotros en el lugar de esa gente. No podemos saber con precisión lo que otros están atravesando,  ni tampoco  es tarea nuestra castigarlos por algún sufrimiento que  nosotros pensamos han  causado. La venganza, el  resentimiento,   la  culpa y  la crueldad nos hacen más daño a nosotros que a ninguna otra  persona. ¿A esto  queremos dedicar nuestra energía? Bien podríamos pensar en  algo  más  positivo, encontrando  gratitud por los dones recibidos y reconociendo  que todos los seres humanos, aún los que sufren por el alcoholismo, actúan de la mejor manera posible.


“Hazlo con calma”

La bienvenida sugerida de Al-Anon  explica que  sin  la   ayuda  espiritual de  nuestro programa, muchos tratamos de  “obtener soluciones a la fuerza”. Cuando los esfuerzos para superar  el alcoholismo  de otro no nos llevan a nada, resolvemos intentarlo con más determinación. Cuando  esperamos con impaciencia una  respuesta que  no  llega, llevamos a cabo una acción al azar sólo para sentir que estamos haciendo algo. Cuando las cosas no encajan, nos negamos a abandonar el intento e intentamos forzar esas cosas. Como resultado,  crece nuestra frustración,  aumenta nuestra ansiedad, nos sentimos fracasados y prometemos     intentarlo      con      mayor determinación. En  resumen, se  distorsiona nuestra manera de pensar. Con el lema “Hazlo con calma”, Al-Anon sugiere una alternativa simple a esta pauta destructiva y frustrante. A veces no hacer nada puede ser mucho más productivo.
Tratamos  de hacer las cosas con frenesí. Este lema nos recuerda  que, si “frenesí”  no funciona,  “calma”  a menudo  sí. Quizás no obtengamos todas las respuestas hoy. Esto no es  un  fracaso, es  sólo una realidad. No siempre es tarea nuestra resolver  todos los problemas. Tal vez esperemos demasiado de nosotros mismos o  de  otros. En  realidad podríamos  saber todo lo que es necesario saber  hoy.  Cuando llegue  el  momento, descubriremos  más. “Hazlo  con calma” nos recuerda que un enfoque calmo podría hacer mucho más tolerable una situación difícil.
O quizás estemos tratando de asumir algo que no es responsabilidad nuestra. Luchar con más ahínco sólo dificultará las cosas; pero si adoptamos una actitud más suave y relajada, podríamos ver la situación con mayor claridad y actuar de acuerdo con ello.

“Primero, las cosas más importantes”

Cuando la vida se torna caótica, es fácil perder la pista sobre lo que requiere atención inmediata y   lo  que  no.  Los  pequeños obstáculos pueden parecer crisis y los grandes problemas  pasar desapercibidos.  La furia de un  alcohólico debido  a   una  herida  sin importancia puede adquirir más prioridad que una emergencia  médica, porque la furia es demasiado  ruidosa y demasiado  exigente;  y porque nos hemos acostumbrado a reaccionar ante cualquier  exigencia  del alcohólico.  Por eso, no  solo pasamos por alto situaciones críticas, sino  que  a  menudo descuidamos algunas  de   nuestras  propias  necesidades pasivas pero importantes que  podrían hacernos disfrutar más la vida. Descuidamos la salud, encontramos poco tiempo para darle afecto a los niños y abandonamos  cualquier impulso que sintamos de divertirnos.

“Primero,  las cosas más importantes”  nos alienta a hacer una pausa para fijar prioridades.  Antes de  reaccionar,   podemos preguntarnos que es lo más importante en este momento. Al planificar una mañana, podemos considerar  cuál de nuestras  necesidades  más pasivas podría merecer atención. En medio de una discusión acalorada,  podemos  apegarnos al tema que nos concierne  y dejar de lado otras cuestiones  que no son tan urgentes. Cuando  el día parezca  ser demasiado  corto, podemos aceptar las limitaciones y decidir lo que debe hacerse de inmediato,  y  lo que puede postergarse.  No somos sobrehumanos; no podemos hacerlo todo. “Primero, las cosas más   importantes”  nos   ayuda   a   tomar decisiones más prácticas y a aceptar dichas decisiones.


“Sólo por hoy”

Este lema es un compromiso  de dejar de lado el pasado y el futuro,  y vivir sólo este día. Al  encarar sólo el  día  de  hoy, los proyectos aparentemente imposibles se tornan factibles. Los conflictos que habrían ocupado toda  nuestra  atención pueden  afrontarse durante  un periodo  de tiempo razonable,  si reconocemos   que  tal  vez  no  tengan que resolverse completamente y de una sola vez. Y  “Sólo  por  hoy”,  podemos introducir pequeños cambios en  nuestras acciones y actitudes, examinar nuevas posibilidades   y correr algunos riesgos mínimos,  todo lo cual puede ayudarnos a avanzar de forma positiva. Muchos miembros de Al-Anon comienzan por medio del intento de adoptar una o dos de las sugerencias  que se incluyen en el folleto titulado Sólo  por  hoy.   No  importa cuáles elijamos; todas pueden ayudarnos a  utilizar este día y a aprender que administrar un solo día puede ser el inicio de una nueva y mejor vida:
Sólo por hoy trataré  de pasar el día, sin esperar resolver  el problema  de toda mi vida en un momento.  Sólo durante  doce horas puedo proponerme  hacer algo que me espantaría si creyera tener que seguir haciéndolo durante toda la vida. Sólo por hoy seré feliz. Abraham Lincoln tenía razón al decir: “Casi todo el mundo es tan feliz como se propone”.
Sólo por hoy me ajustaré a lo que es, sin tratar de amoldar todo de acuerdo con mis deseos. Tomaré la “suerte” como venga y me acoplaré a ella.
Sólo por hoy tendré un programa a seguir.
Quizá no lo siga con exactitud, pero lo tendré. Me salvaré de dos plagas: la prisa y la indecisión.

Sólo por hoy no tendré miedo. Trataré especialmente de   no   sentir  miedo  a disfrutar de lo que es bello, y creer que del mundo he de recibir de acuerdo con lo que le dé.


“Que empiece por mí”

El programa de Al-Anon nos ayuda a dejar de concentrarnos tan intensamente en lo que dicen, hacen o sienten los que nos rodean y, en  su  lugar, a  concentrarnos  en  nosotros mismos. Cuando nos sentimos tentados a culpar a otros por nuestros  problemas  o a justificar nuestro mal comportamiento señalando el mal comportamiento  de otros, este lema nos recuerda cuál es nuestro centro de atención. Somos responsables de nuestras
acciones,  independientemente del comportamiento de otros. Cuando sentimos la necesidad de modificar una situación, podemos aplicar este lema y comenzar con lo que se puede mejorar. ¿Acaso un cambio de actitud por parte nuestra no podría facilitar las cosas? ¿Estamos contribuyendo positivamente con lo que está ocurriendo,  o estamos  sólo observando y criticando, esperando que otros se ocupen de la situación por nosotros? “Que empiece por mí” es una manera de cambiar las cosas que podemos (en especial nuestras propias actitudes) en lugar de esperar a que los demás cambien para satisfacernos.
Por   lo   general,  cuesta  reconocer las necesidades  o los deseos auténticos  porque esperamos  que otra persona satisfaga esas necesidades.  Tal vez estemos  deseando  que haya más honestidad en una relación, o tener fines de  semana más placenteros, pero ni siquiera     estamos     asumiendo ninguna responsabilidad  por  lo  que  debemos hacer para  solventar esas  necesidades. Es  como pasar hambre mientras esperamos que otra persona que no sabe cocinar se encargue de la cena. “Que empiece por mí” podría sugerirnos que  cocinemos nosotros mismos, que salgamos  a cenar o que nos pongamos  de acuerdo con alguien que sepa cocinar. En pocas palabras,  asumimos  la responsabilidad de solventar nuestras necesidades.

Por eso, si hemos pensado  en cosas que deseamos  que uno de nuestros padres, un hijo, un cónyuge,  un amigo o un empleador haga por nosotros o  contribuya  a  nuestra relación, podríamos considerar otras personas u otros medios para satisfacer dichos deseos. Si a menudo nos decepciona un amigo a quien no se puede uno atener, en lugar de esperar que esa persona cambie, podríamos tratar de dejar de depender de él. Tal vez haya otra persona en nuestra vida en quien podamos confiar más cuando realmente le necesitemos. También podríamos preguntarnos si hemos sido siempre dignos de confianza en todas nuestras relaciones. A veces las cosas que más nos incomodan  sobre otras personas son las mismas que nosotros hacemos sin  darnos cuenta. De  manera similar, lo  que  más admiramos  en otras personas pueden ser las mismas características que somos capaces de cultivar en nosotros.


“¿Cuán importante es?”

Este lema nos ayuda a  ponernos en  la perspectiva correcta. Al reflexionar en lo que realmente nos  importa,  podemos incluir preocupaciones  tales como la salud, la serenidad, alimentación y vivienda adecuadas, y un apoyo afectuoso de otros. Cada uno de nosotros es libre de decidir por sí mismo sobre lo que verdaderamente  tenga valor, pero la mayoría estamos de acuerdo en que a veces nos  disgustamos por  asuntos ínfimos. En comparación con el hecho de poder comer o no hoy, ¿cuán importante es que hayamos cocinado demasiado  el pollo? ¿Vale la pena perder la serenidad por olvidarse de comprar el periódico? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar para ganar una discusión o probarle a otras personas que tenemos la razón? ¿Cuán importante  es si una llamada que estamos esperando no se concreta, o si un ser querido decide algo que no nos gusta? ¿Acaso las palabras antipáticas de un compañero en una mañana merecen un día entero de infelicidad, obsesión  y hostilidad?  ¿Merecen  aún cinco minutos  de   infelicidad? ¿Importa tanto?
¿Debemos tomarlo a pecho? ¿Vale la pena la recriminación contra  uno  mismo,  el resentimiento   de  otros, o  pasar horas de angustia? ¿Cuán importante es?
Aunque  decidamos  que   el   asunto   es importante,  podemos  preguntarnos si   es importante hoy. ¿Acaso vivimos en un futuro incierto, preocupándonos  por cosas que tal vez no sucedan nunca? Hoy es todo lo que tenemos. ¿Por qué derrochar este don precioso de  tiempo en  pequeñeces cuando podríamos estar celebrando el hecho de que contamos con  todo lo  que  realmente necesitamos? La perspectiva que obtenemos al aplicar  este  lema  nos  permite descartar pequeñas preocupaciones, irritaciones sin importancia y juicios infundados,  para poder valorar  la   riqueza  extraordinaria y   las maravillas que ofrece la vida.


“Piensa”

Uno de los efectos del alcoholismo es que la mayoría de nosotros tiende a reaccionar ante todo lo que vemos, y a menudo percibimos los incidentes pequeños como si  fueran crisis serias. En vez de decidir actuar en nombre propio,  dejamos  que  las  acciones  y  las exigencias de otras personas dicten lo  que hacemos, demostrando así poco respeto por nuestros intereses. Como consecuencia,  nos sentimos víctimas, a  merced de  cualquier dificultad que la vida nos ponga en el camino. Este lema nos recuerda que en  lugar de reaccionar  automáticamente a    cualquier provocación,  petición o exigencia,  podemos “Pensar”  antes de actuar,  decidiendo  lo que más se ajusta a nuestros intereses.
Algunos nos sorprendemos al descubrir que “Piensa” es  un  lema. Después de  todo, muchos de  nuestros mejores pensamientos nos crearon grandes dificultades. La diferencia hoy es que nuestra manera de pensar ha cambiado; tratamos de  no  perder tiempo planeando la manera de hacer cambiar a otros o preocupándonos por cosas sobre las que no tenemos control. En su lugar, aprendemos a utilizar nuestras mentes para lograr los máximos beneficios.  “Pensamos”  en la parte que nos corresponde en la creación de nuestra propia felicidad o nuestro propio dolor y en lo que  podemos hacer para mejorar nuestras vidas y  nuestras relaciones con otros. “Pensamos” en los Doce Pasos e intentamos aplicarlos a  nuestras circunstancias específicas.  “Pensamos”  en cómo incluir a nuestro Poder Superior en  nuestras vidas diarias. Ya no estamos atrapados en la manera de pensar distorsionada y autodestructiva del pasado. Con la ayuda de Al-Anon, aprendemos a   aprovechar nuestros pensamientos de modo productivo.


“Un día a la vez”

Hay  muchos métodos para  resolver un problema, abordar  una  nueva  actividad, encarar un temor y prepararse para el cambio. Muchos hemos intentado tales proyectos escudriñando el  futuro y  tratando de adelantarnos     a      solucionar     cualquier inconveniente    que     pudiera     aparecer, adoptando decisiones basadas en información que realmente  no tenemos, porque el futuro aún no ha ocurrido. Este enfoque casi nunca es satisfactorio. En la mayoría de los casos, no podemos predecir cada acontecimiento  que pueda suceder,  así que por mejor que nos preparemos, al final se nos sorprende sin estar en guardia. Mientras tanto, hemos consumido tanta energía  y tiempo tratando  de predecir hechos futuros, aliviar heridas futuras y prevenir consecuencias futuras,  que  nos hemos perdido de las oportunidades de hoy. Y la magnitud de la tarea que nos fijamos nos ha dejado sin fuerzas, abrumados y aturdidos. Para  nuestra mayoría, un  enfoque más práctico ante nuestros desafíos y temores es enfrentarlos “Un día a la vez”. No podemos decidir el futuro porque el futuro no está a nuestro alcance hoy. Atormentarse por  él, tratar de manipularlo,  adelantarse  al mismo;
todas estas actividades simplemente nos roban este momento. No podemos cambiar el futuro, pero aprovechando  al máximo este día, nos preparamos  para poder afrontar lo que nos traiga el mañana. Podemos preguntarnos  si debemos o   no  confiar en  el  renovado compromiso   con  la  sobriedad de  un  ser querido, pero  es  imposible predecir qué sucederá a largo plazo. Sólo podemos decidir cómo vamos a responder hoy.
Podemos responder a los cambios a la vista, prestando  atención  a los nuevos desafíos  y disfrutando  la satisfacción  producida  por la sobriedad de un ser querido, o alimentando la obsesión por la posibilidad de otro desliz. No podemos saber qué sucederá, y  no necesitamos negar ninguna posibilidad, ya sea que valga la pena o no; pero derrochar el hoy atormentándose por   el   mañana  no   nos preparará mejor para afrontar las dificultades que puedan presentarse. Si se  manifiestan,
esas penosas dificultades nos dolerán igual mañana, ya sea que nos estén dando vueltas en la cabeza o que las hagamos a un lado hoy. Todos los preparativos no nos evitarán ni una pizca de dolor. En realidad, prolongará nuestro sufrimiento,  ya que le  habremos agregado tiempo adicional  de preocupación.  Así que como no hay ninguna ventaja en tratar de vivir el futuro, sólo tiene sentido permanecer en el presente  y aprovechar  al máximo  todos los momentos valiosos que se nos brinda.
Otra ventaja de vivir “Un día a la vez” es que dividimos tareas enormes y agobiantes en pequeños  objetivos  más fáciles de alcanzar. Tal vez no podamos  solucionar  una disputa con un jefe o un ser querido  para siempre, pero tal vez podemos llegar a un acuerdo por hoy solamente. Quizás no podamos pagar toda una deuda ahora, pero podríamos pagar una parte de la misma, sabiendo que varias partes pequeñas al final constituirán grandes sumas.
No podemos hacer lo imposible. Preocuparse por el hambre de mañana no colocará alimentos sobre la mesa, sólo nos hará olvidar valorar los alimentos que tenemos hoy. Este día nos otorga innumerables oportunidades de sentir alegría, pena y  toda una gama de emociones humanas. ¿No habrá llegado acaso el momento de aprovecharlo plenamente?


“Mantén una mente receptiva”

La guía puede asumir diversas formas, y casi siempre llega cuando menos la esperamos. Las palabras de sabiduría pueden brotar de la boca de un niño o de las divagaciones de alguien que nos cae mal. Nunca sabemos dónde encontraremos inspiración  o   ayuda.  Si “Mantenemos una  mente receptiva”, estaremos  en nuestra propia disposición  de recibir esa ayuda, independientemente  de su fuente. Al limitar las posibilidades de encontrar respuestas, podríamos perder oportunidades
importantes de mejorar nuestras vidas. Por eso es conveniente recordar que un recién llegado a  Al-Anon puede, al igual que un miembro antiguo,  pronunciar las  palabras “apropiadas” que  desencadenen una  nueva idea. Y a veces una cena con amigos o una velada de  cine  pueden aclararnos un problema,  igual que lo haría una hora de esfuerzos concentrados para  resolver  el problema directamente.
Cuando entregamos nuestra voluntad y nuestras vidas  al  cuidado de  un  Poder Superior, afirmamos que necesitamos guía. La tarea ahora es  mantener nuestras mentes receptivas, sabiendo que la ayuda que puede cambiar una  vida  puede asumir diversas formas,  voces o métodos.  Los maestros nos rodean. Abrámosle  espacio a  cada uno de ellos.

“Vive y deja vivir”

Este es un lema de dos partes. Al lidiar con el alcoholismo, muchos nos concentramos en la última parte del lema, en el “deja vivir”. Como nos hemos sentido demasiado responsables  de las decisiones  y acciones de otra gente, el concederle a otros la dignidad de adoptar  decisiones  por sí solos y permitirles hacerse  cargo  de   los   resultados puede convertirse en  una  lucha bastante fuerte. Usamos este lema para recordar que debemos dejarlos en paz y  “dejarlos vivir”. Así se benefician todos. Las personas en nuestra vida se benefician porque al fin obtienen el respeto que les corresponde  como seres humanos. Ahora son libres de recoger los frutos de sus esfuerzos positivos y  de  cosechar las consecuencias de su comportamiento más destructivo.  Sea lo que sea lo que decidan hacer,  al  ocuparnos de  nuestros  propios asuntos y salirnos del camino, permitimos que otros sean lo que son. Al mismo tiempo, nos liberamos de  todo  tipo  de  cargas ajenas. Nosotros tenemos también la oportunidad de encararnos a nosotros mismos.
Aquí entra la otra parte del lema, el “Vive”. Muchos hemos sufrido bastante negligencia como resultado de la enfermedad familiar del alcoholismo, gran parte de ella con respecto a nosotros mismos. Distraídos  o  consumidos por  los  problemas de  otros, descuidamos nuestros cuerpos, almas y  espíritus. Los Padrinos  o Madrinas  y otros amigos  de Al- Anon pueden ayudarnos a encontrar el camino para satisfacer necesidades no reconocidas o satisfechas en el pasado. Este lema nos alienta a realizar  esfuerzos  especiales  para tratarnos bien. Nos recuerda que forjar una vida para nosotros  mismos, independientemente  de lo que hacen o  dejan de  hacer otros, debe convertirse en la máxima prioridad. Los demás no  son  los  únicos  que  merecen nuestro respeto.    Nosotros   también    merecemos tratarnos con dignidad. Tenemos el derecho de “Vivir”, y por supuesto es nuestra responsabilidad hacerlo.

“Suelta las riendas y entrégaselas a Dios”


Este lema puede ser un antídoto al deseo que tenemos muchos de controlar lo incontrolable. En  vez  de  depender de  nuestro ego  u obstinación  para dirigir nuestras  vidas y las vidas ajenas, aprovechamos  la fortaleza,  la sabiduría y la compasión de un Poder superior a nosotros. En lugar de aferrarnos, “Soltamos las riendas y se las entregamos a Dios”.
A menudo somos nuestros peores enemigos, obstaculizando   la  ayuda que  necesitamos. Cuando ponemos en práctica este lema, nos salimos   del   camino.  Abandonamos el problema, la necesidad de saber que sucederá y cuándo, la obsesión con las decisiones  de otra    gente,    los    pensamientos   y    las preocupaciones que derrochan nuestro tiempo y nuestra energía porque no podemos resolverlos solos. Y  dejamos que Dios se encargue de ellos.
Cuando pensamos que ya no hay opciones y que nada funciona como esperamos,  cuando no sabemos qué hacer o no podemos imaginar qué se  puede hacer, podemos “Soltar las riendas y entregárselas  a Dios”. Cuando la vida funciona sin  sobresaltos   y  probamos nuevas ideas y  acciones estimulantes, podemos recordar Quién está a cargo de los resultados, y  “Soltar las  riendas y entregárselas  a Dios”. Cuando  un amigo de Al-Anon  atraviesa  momentos  difíciles,  y no sabemos  cómo demostrar  nuestro  apoyo, lo único que debemos hacer es  decirle que estamos  disponibles  y “Soltar las riendas y entregárselas a Dios”. Este lema nos permite reemplazar la tensión, la preocupación  y el sufrimiento por  serenidad y  fe.  Está bien relajarse y dejar que la vida siga su curso. Podemos estar seguros de que las respuestas, las decisiones, las acciones y los pensamientos que necesitamos  llegarán a nosotros cuando sea el momento, porque los hemos colocado en manos de nuestro Poder Superior.