lunes, 7 de marzo de 2016

5. Tomando Consciencia

5 Tomando conciencia



Llegamos a Al-Anon en busca de cambios. Queremos poner fin al dolor y recurrirnos a Al-Anon  con la esperanza  de descubrir  qué hacer; pero aún no estamos listos para pasar a la acción, por más ansioso o impacientes que estemos.  El cambio es un proceso, y en Al- Anon reconocemos que tomar conciencia es la primera etapa de este proceso que comprende un examen honesto de nosotros mismo y de nuestras  circunstancias. Aunque  parezca simple, después  de años de ocultar tanto a nosotros  mismos  como a otras personas  los aspectos desagradables   de  la  realidad, la mayoría consideramos que  realizar una evaluación sincera es una lucha.


RECONOCIENDO EL ALCOHOLISMO

A veces no reconocemos el alcoholismo aún teniéndolo en  nuestras propias narices. Al haber vivido con la bebida durante muchos años, puede ser que la  hayamos aceptado como algo normal, y  por eso nunca nos sentimos demasiado preocupados. Tal vez nos imaginamos  a  los alcohólicos  como vagos sucios y  harapientos,  y  no pensamos  que algún amigo o pariente bien vestido y que haya  triunfado en   la   vida  pudiera  ser alcohólico, aunque  obviamente beba  en exceso. Nunca se nos ocurrió que la reacción a un pariente alcohólico olvidado desde hace tiempo podría tener consecuencias en nuestras vidas diarias años más tarde, o que podríamos vernos  afectados negativamente por  una relación con un alcohólico sobrio. Abundan las ideas falsas sobre el alcoholismo,  y muchos simplemente no   teníamos  conciencia  del carácter de  la  enfermedad o  de  sus repercusiones sobre nosotros, los familiares y amigos de alcohólicos. La ignorancia no es un pecado, ni un crimen, sino un obstáculo que nos impide ver la realidad.
También podemos ver  los  problemas en nuestra vida  y,  sin  embargo, dejamos de reconocer al alcoholismo  como su  fuente. Quizás los veamos como problemas financieros o laborales, o le echemos la culpa a  la  falta de  tiempo, de  educación o  de oportunidades.  Quizá los consideremos  tan sólo como vicisitudes de la vida, desafíos con los que cada quien debe lidiar. Como ya le hemos atribuido nuestros problemas a diversas fuentes,  no nos damos cuenta de que cada uno  de  ellos  se  ajusta perfectamente   al esquema global del  alcoholismo, contagio familiar.
Además,  hay   otros  obstáculos. Pocos pudimos sobrevivir el caos, la confusión y el dolor de un ambiente alcohólico sin desarrollar mecanismos  que nos permitieran protegernos
emocionalmente  de situaciones que no nos sentíamos capaces de manejar. Cuando nos parecía que era demasiado doloroso o atemorizante  soportar nuestras circunstancias o nuestros sentimientos,  quizá los hayamos distorsionado, suprimido, reorganizado en forma racional o ignorado completamente.
Tal vez nos dimos cuenta de la negación de un alcohólico,  pero nunca nos enteramos  de que esa podría ser una característica de todos los afectados  por la enfermedad.  Así como muchos alcohólicos insisten en que no tienen un problema de bebida, y rehúsan tocar dicho tema, pocos amigos y familiares  reconocen que   existen  problemas. En   realidad, no podemos ver, ni escuchar,  ni palpar,  ni, por otra parte, percibir lo que puede ser fácilmente obvio  para  otras  personas. Irónicamente, debido a que toda nuestra vida está enmarcada en  la  enfermedad del  alcoholismo, somos capaces de dejar de notar su presencia.
La  capacidad de  supervivencia emocional también puede  alterar  la  manera en  que percibimos los vínculos y los acontecimientos pasados. Cuando los recuerdos sobre temores del pasado son demasiado horribles o dolorosos,  inconscientemente podemos borrarlos. Simplemente  no los recordamos. Aunque deseáramos fervientemente   poder recordar, estos recuerdos quedan encerrados y continúan controlando nuestras vidas al limitar o al modificar  nuestro  comportamiento.  Sin darnos cuenta de eso, seguimos respondiendo a los acontecimientos traumáticos del pasado en lugar de responder a la realidad de nuestras vidas de hoy.
Cuando la vida pasó de ser afectuosa  y pacífica en un momento a caótica y peligrosa al siguiente,  de manera  que nunca sabíamos que esperar, muchos de nosotros tuvimos que afrontar el  consecuente sentimiento de desamparo    y     confusión,    simplemente
decidiendo creer  sólo  en   una  de   estas realidades. Por  ejemplo,  podría  ser  que aquellos que encaramos en el hogar ataques esporádicos de  insultos provocados por  el alcohol hayamos querido creer que vivíamos en un ambiente familiar maravilloso porque así parecía  ser   en   algunos  momentos. Al decidirnos por reconocer sólo una parte de la realidad, encontramos una explicación para los ataques verbales, tratándolos como excepciones, errores o acontecimientos únicos. Cada  uno  de  tales  episodios nos  dejó devastados   como si  fuera el  primero; no obstante,  pronto volvimos  a la realidad  que elegimos  ver, presentando  una vez más un panorama de felicidad y armonía que estaba destinado a defraudarnos.
O quizás nos hayamos aferrado a la realidad opuesta, percibiendo que la vida era caótica y no confiando en los momentos de paz y buen humor. En este caso nos negamos a nosotros
mismos el goce de la bondad, del amor, del placer y de la buena voluntad. Estamos en guardia permanente.
Vivir con el alcoholismo nos llevó a suprimir o a pasar por alto nuestras emociones, nuestros deseos, nuestras esperanzas. Escondimos nuestros verdaderos sentimientos para poder  sobrevivir,  y, con el tiempo,  nos olvidamos de   que  alguna  vez   tuvimos sentimientos. Logramos aislarnos tan bien que ya no participamos de la vida con entusiasmo. Al intentar protegernos,  permitimos  que se perdiera  nuestra  personalidad hasta  que quedamos emocionalmente aturdidos.


LUCHANDO  CON LA REALIDAD

Algunos     de      nosotros     rehusamos intencionalmente ver la realidad de la vida o
las circunstancias en las que nos encontramos; pero la verdad es que la mayoría sí lo hemos hecho. En Al-Anon al final llegamos a percibir las  diversas formas  en  que,  sin  saberlo, borramos segmentos completos de  nuestro pasado y de nuestro presente. Reconocemos situaciones en las que inconscientemente  nos habíamos convencido  de que lo que vimos suceder simplemente  no era así. Al mismo tiempo, entendemos que  hicimos todo lo mejor posible  en ese momento,  tratando  de sobrevivir, de adaptarnos a la manera en que nuestras vidas eran afectadas por  el alcoholismo  antes de que encontráramos  la ayuda de Al-Anon.
Con  la  ayuda y  el  apoyo de  nuestro programa  y  la hermandad,  llegamos a  ver cuánta energía se derrochaba anteriormente en escapar,  ignorar,  huir y negar.  Reconocemos que hoy nuestra energía puede aprovecharse de  modo más constructivo  en  curarnos a nosotros mismos así como a nuestras relaciones.
Muy a  menudo en el pasado, la realidad interfería en nuestros planes. Las crisis destrozaban la fantasía. Nuestras percepciones demostraban ser poco fidedignas y cada vez era más difícil encarar la vida. No podíamos evaluar las opciones. Ni siquiera podíamos confiar en nuestros propios recuerdos.
Cuando las circunstancias nos obligaron por primera vez a tomar conciencia  de nuestra situación inquietante, a menudo no queríamos o no podíamos aceptar la realidad que se nos había forzado a  ver. Con vigor renovado adoptamos  nuevos mecanismos  para poder sobrevivir.   Quizás adoptamos  una decisión consciente en  ignorar los  problemas, esperando que se esfumaran por sí solos. O buscamos  explicaciones racionales.  Nos dijimos y les dijimos a otros que casi todos beben demasiado de vez en cuando; insistimos en que la situación no era tan mala como parecía. O  reconocimos el problema de la bebida del alcohólico, pero negamos haber sido afectados. Nos confundimos, culpando a nuestro jefe, o al destino o al gobierno, por los problemas que  encontramos. Dedicamos mucha energía a mostrar una buena actitud en público, asegurándonos de que todos pensaran que estábamos  bien, y  no permitiéndole  a nadie saber cuándo nos sentíamos vulnerables o  sufríamos, o  lo  que sucedía a  puertas cerradas. En  un  esfuerzo por  ser  fieles, mentimos,  inventamos excusas y tomamos a risa el  comportamiento   del alcohólico, así como el nuestro.
Algunos creamos vidas de fantasía para que no tuviéramos que pensar en el dolor en el que realmente vivíamos. Estas fantasías podían ser extremadamente placenteras, demasiado buenas para ser verdad, en donde todos eran amables y cariñosos, todos nuestros deseos y necesidades  se satisfacían, y nos sentíamos felices en todo momento. Algunas fantasías creaban un mundo más misterioso en el que imaginábamos el dolor, la culpa o la muerte de los alcohólicos en nuestra vida con la creencia errónea de que su ausencia nos liberaría de nuestro tormento. Otros tenían fantasías de venganza,  visualizando el  sufrimiento del alcohólico (o  de  otras personas) como el sufrimiento  que él nos infligió  a nosotros,  e imaginando una  especie de  poder  sobre nuestras circunstancias del cual carecíamos en la vida real.
No fue sino hasta que pudimos  encarar  la realidad, que sinceramente  logramos  darnos cuenta de  que desempeñábamos   un  papel trascendental en la creación de nuestra propia desgracia. Tampoco reconocimos que estábamos  tan severamente  afectados  por la enfermedad, que   nosotros  mismos  nos llegamos a enfermar.


PERCIBIENDO  MEJOR LA REALIDAD

Al llegar a Al-Anon comenzamos a examinar de manera realista nuestra situación. Algunos nos vemos obligados a encarar hechos cuando las  circunstancias lo  exigen, como cuando arrestan a  un  ser  querido o  éste  pide  el divorcio. El tener nuestro mundo destrozado nos puede dejar sintiéndonos desorientados y aterrados. En esos momentos Al-Anon puede salvarnos la vida. Cuando nuestra percepción de la realidad  no es fidedigna,  necesitamos ayuda para recuperar  el equilibrio.  Al-Anon nos ofrece un enfoque Paso a  Paso para reconstruir nuestras vidas y nuestra confianza en nosotros mismos en un ambiente de amor incondicional.
Otros son libres de afrontar  la realidad  de modo más gradual. Muchos descubrimos que ya no necesitamos  las mismas tácticas de supervivencia, porque ahora tenemos el apoyo de  la  hermandad que  verdaderamente  nos entiende, y los instrumentos del programa que nos ayudan a encarar los problemas  que en algún  momento nos  abrumaron. Nuestras viejas defensas llegan a ser no sólo innecesarias sino  que  evidentemente inadecuadas.
Desarrollar la capacidad de ver las cosas tal como son y encontrar maneras más sanas y apropiadas  de lidiar con la gente y con las circunstancias que  nos  encontramos, no siempre  es fácil ni cómodo.  La mayoría  de nosotros  hemos tenido buenos  motivos  para ocultarnos cierta  información. ¡Dolía! Probablemente  aún duela. No es fácil ver sufrir a  un ser querido; admitir, aún para nuestro  propio ser, que un familiar  cercano nos ha hecho objeto de agresiones  ya sean físicas o sexuales; lidiar con el hecho de que la gente a la que acudimos en busca de amor y comprensión es incapaz de darlo; o reconocer que nosotros mismos nos hemos vuelto intransigentes, vengativos, pesimistas, sumisos, temerosos, desanimados, mezquinos, regañones, insistentes, controladores o prepotentes.  Podemos sentirnos consternados al ver  que las  ideas y  el comportamiento negativos que desarrollamos para protegernos de las experiencias dolorosas de nuestras vidas se han filtrado de hecho por todos los rincones de nuestro  mundo. Es como si hubiéramos permitido que los mecanismos de defensa nos protegieran de todas las cosas de la vida en lugar de  correr el  riesgo de  una  osada participación  en ella. Al tratar de evitar los aspectos desagradables   de  nuestras vidas, también nos hemos perdido de muchas de las alegrías.
No es  fácil aceptar las maneras en que hemos sido afectados  por el alcoholismo  de otra persona; pero en realidad así ha sido. En algún lugar de nuestro ser interno muchos lo sabemos instintivamente.  A menos que nos tomemos el  tiempo para  examinarnos con honestidad, quizás nunca nos liberemos de las cadenas del alcoholismo.
A pesar de lo que debamos encarar con respecto a nosotros mismos y a las personas que amamos, hay mucho más que ver que tan sólo la devastación del alcoholismo. A medida que aprendemos  a separarnos de los efectos del alcoholismo, encontramos que gozamos de características de personalidad magníficas que no tienen nada que ver con éste. Somos afectuosos, cariñosos, con mucho para dar y una gran capacidad para difundir alegría. Por lo  general, lleva tiempo ubicar esta parte positiva de nosotros y hacerla brotar, ya que todos esos años de represión de nuestros sentimientos  y de nuestra identidad  la han enterrado  tan   profundamente que   nos olvidamos de   su   existencia; pero   con paciencia, esa luz al final brillará otra vez. Esa es una razón por la cual vale la pena que muchos de nosotros atravesemos ese proceso de  toma de  conciencia, a  menudo difícil, frustrante y  atemorizador; hay  regalos  y tesoros maravillosos y sorprendentes que nos esperan del otro lado.

Mientras   continuemos  ocultándonos  la verdad, esta continuará deteriorándose dentro de nosotros. Pueda ser que en el pasado hayamos necesitado luchar fuerte y solos ante situaciones adversas, pero ya  no  estamos luchando  solos  contra  los   efectos  del alcoholismo. Hoy contamos con un programa que nos ayuda. El apoyo que recibimos de Al- Anon facilita el permitir que la verdad brote a la superficie donde la podemos develar. Tenemos derecho a esperar más de la vida que la  mera supervivencia.   Estamos aquí porque estamos  dispuestos a sanar. Estamos dispuestos a mirarnos a nosotros y a nuestras vidas con nuevos ojos. Estamos dispuestos a tomar conciencia.

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