miércoles, 6 de julio de 2016

Paso 1-3 Como Ayuda Al Anon

Los Doce Pasos - Como ayuda Al Anon


Después de  tratar  innumerables métodos para poner fin a la terrible frustración  y al sufrimiento  que acompañan  al alcoholismo, muchos de  nosotros no  nos decidimos a invertir nuestras esperanzas y energía en otro intento de mejorar nuestro destino en la vida; pero impulsados por la desesperación,  o por pura suerte, o por la gracia de Dios, llegamos a Al-Anon y encontramos consuelo y apoyo al escuchar  una y otra vez partes de nuestra propia historia contada por otros que han atravesado situaciones similares. Por  eso volvemos a las reuniones y tratamos de aplicar tentativamente  las sugerencias escuchadas. A medida que vimos que estas sugerencias resultaban útiles y comenzamos  a encontrar
soluciones  que nos conducen a la serenidad, decidimos adoptar el programa de Al-Anon y hacer todo lo necesario para sanar. Dimos un salto de  fe,  sabiendo que  tendríamos que trabajar arduamente y  que  quizás cambiaríamos de   una   manera  que   no podíamos  predecir. Evidentemente,  valió la pena.

INSTRUMENTOS PRÁCTICOS DE CAMBIO

¿Pero hacia dónde íbamos a partir de aquí? ¿Qué podríamos hacer para que nuestras vidas
se orientaran hacia algo mucho más saludable?

La única manera productiva  de aprovechar todo lo que nos ofrece el programa  de Al-Anon es adoptar los Doce Pasos. Son el fundamento  de   nuestro  programa,  los principios  básicos  sobre los cuales descansa toda la recuperación en Al-Anon.
De alguna manera, los Pasos son una guía que nos enseña a encontrar respuestas a las preguntas más urgentes, respuestas que anteriormente no  veíamos. Durante el proceso, llegamos a  conocernos a  nosotros mismos. Al mostrarnos cómo hacer la paz con el pasado, los Pasos nos ayudan a vivir la realidad del  presente. Empezamos a ocuparnos de   nosotros mismos,  aún  a desafiarnos. Logramos perdonarnos a nosotros y  a  otros, y,  por  último, a  amar  más profundamente que antes. Pero a diferencia de otros criterios de “Ayúdate a ti mismo”,  los Pasos no se jactan de entregar respuestas oportunas a preguntas personales complicadas. En lugar de ello, ofrecen un proceso que nos facilita encontrar  dichas respuestas  nosotros mismos.
Adoptar los Pasos es una experiencia  de aprendizaje  continua  en la que cada acción nos hace tomar conciencia de  diversos aspectos de nuestras propias vidas. Aún nuestros errores nos ofrecen tesoros porque nos pueden conducir a ideas significativas. En este  sentido, cada  intento de  seguir  este camino espiritual es positivo, y no podemos equivocarnos. Esto nos llena de dicha, ya que adoptar los Pasos no es un proceso ni simple ni directo. En realidad, durante gran parte del tiempo, a duras penas simplemente salimos del paso.
Aunque no hay una manera única de abordar los Pasos,  muchos encontramos que es muy beneficioso tomarlos uno por uno, en orden. Cada Paso se basa en el anterior.  Muchos recién llegados, impacientes   por  introducir cambios, tratan de practicar todos los Pasos al mismo tiempo o intentan saltear algunos para llegar directamente  a los que consideran  los Pasos de “acción”; pero todos los Pasos son Pasos de “acción”, y cada uno de ellos tiene un papel crucial en el proceso de recuperación. Puede  ser  útil  al  principio aprender sobre los Pasos en general; luego centrarse específicamente en los primeros tres, comenzando con  el  Primer Paso  y aplicándolos a  nuestras vidas de  la  mejor manera posible. Al entender bien estos primeros Pasos, establecemos una base firme sobre la que se construye una nueva forma de vida más satisfactoria.
Después de un tiempo, tratamos de entender los Pasos con mayor profundidad. Esperando comprender su sabiduría,  leemos,  pensamos, escribimos,   hablamos sobre los  mismos y escuchamos lo que otros han aprendido en sus investigaciones. Meditamos sobre cada una de las palabras, así como sobre oraciones enteras, y tratamos  de descubrir  de qué manera se podrían aplicar  a   nuestras circunstancias particulares. Y luego nos zambullimos otra vez para hacer lo  que pensamos que algunos Pasos en particular sugieren.
Podemos practicar un Paso con rapidez, y luego volver al mismo una y  otra vez. O podemos pasar años meditando e investigando un sólo Paso. Ya sea que adoptemos  estos conceptos de todo corazón o  que nos resistamos con  vehemencia, cualquier respuesta honesta nos  ayuda a  crecer. A medida que pasa el tiempo, encontramos que cambia nuestra comprensión de los Pasos (y hasta pueden contradecirse   interpretaciones anteriores) ya que continuamos progresando y cambiando. Gradualmente descubrimos una riqueza y una profundidad en sus palabras que nunca habíamos sospechado. Llegamos a darnos  cuenta de que hemos experimentado un despertar espiritual  y  sabemos que ya nunca seremos los mismos.
Hemos  comenzado un   viaje  espiritual extraordinario que puede transformar nuestra vida. Un viaje de recuperación de los efectos del alcoholismo. Cada paso que damos en este viaje nos acerca a la meta de convertirnos plenamente en los hombres y las mujeres que podemos ser;  pero  no  es  necesario que deambulemos  sin rumbo, luchando solos, sin orientación para  encontrar el  camino. Los Doce Pasos de  Al-Anon nos  muestran el camino. Con los Pasos podemos llenar ese vació dentro de  nosotros donde reinan la soledad y el dolor. Renacemos de una manera que nunca habíamos experimentado  antes. Percibimos  que somos parte de algo y que somos queridos.  A continuación  se incluye una breve reseña de este extraordinario camino de desarrollo espiritual y crecimiento personal:


LOS DOCE PASOS

1.  Admitimos que  éramos incapaces de afrontar solos el alcohol, y que nuestra vida se había vuelto ingobernable.
2. Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros podría devolvernos el sano juicio.
3.  Resolvimos confiar nuestra voluntad y nuestra vida  al  cuidado de  Dios, según nuestro propio entendimiento de Él.
4. Sin temor, hicimos un sincero y minucioso examen de conciencia.
5.  Admitimos ante  Dios,  ante  nosotros mismos y   ante  otro  ser  humano, la naturaleza exacta de nuestras faltas.
6. Estuvimos  enteramente  dispuestos  a que Dios eliminase todos estos defectos de carácter.
7. Humildemente  pedimos  a Dios que nos librase de nuestras culpas.
8. Hicimos una lista de todas las personas a quienes habíamos perjudicado, y estuvimos dispuestos a   reparar  el  mal  que  les ocasionamos.
9. Reparamos directamente el mal causado a esas  personas cuando nos  fue  posible, excepto en los casos en que el hacerlo les hubiese infligido más daño, o perjudicado a un tercero.
10.  Proseguimos con  nuestro examen de conciencia, admitiendo espontáneamente nuestras faltas al momento de reconocerlas.
11.  Mediante la  oración y  la  meditación, tratamos de mejorar nuestro contacto  consciente  con Dios, según nuestro propio entendimiento de Él, y le pedimos tan solo la capacidad para reconocer Su
voluntad y las fuerzas para cumplirla.
12. Habiendo  logrado  un despertar  espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a otras personas, y practicar estos principios en todas nuestras acciones.


PRIMER PASO

Admitimos que éramos incapaces
de afrontar solos el alcohol,  y que nuestra vida se había vuelto ingobernable.

La vida de cada uno de nosotros ha sido devastada por el alcoholismo de otra persona. No podemos modificar ese hecho. Nos hemos visto   profundamente afectados  por   la enfermedad del  alcoholismo. Sus  efectos continúan impregnando nuestras vidas. Tampoco podemos cambiar el comportamiento  o las actitudes  de aquellos que nos rodean.  Ni siquiera  podemos  poner fin a  la  bebida. Somos incapaces ante el alcohol.  Mientras continuemos  creyendo  que podemos controlar o curar el alcoholismo, sus síntomas o  sus  efectos, continuaremos luchando  en una batalla que no podremos ganar. Sufren nuestra autoestima, nuestras relaciones y nuestra capacidad de disfrutar de
la vida. Derrochamos toda nuestra energía en una acción sin esperanza, y no queda nada para prestarle atención a  nuestras propias necesidades. Nuestras vidas se  han  vuelto ingobernables.
Vivamos o no con el alcoholismo activo, la vida es  ingobernable   cuando perdemos la perspectiva de lo que es o no responsabilidad nuestra. Nos ofendemos  por acciones que nada  tienen  que  ver   con  nosotros; o intervenimos donde  no  es  apropiado, y dejamos de  lado nuestras obligaciones legítimas que tenemos hacia nosotros mismos y hacia otras personas.  Nuestra desubicada preocupación   por otras personas se  torna intrusa,  entrometida,  resentida y destinada al fracaso.  En lugar de ayudar a aquellos  que queremos,  demostramos  falta de respeto por ellos y  creamos discordia en nuestras relaciones.
Cuando nuestras preocupaciones  por otros nos  hacen descuidar la  responsabilidad   de prestarle atención a nuestra propia salud física, emocional y espiritual, sufrimos. Se deterioran nuestra  salud  y nuestra  autoestima. Nos tornamos incapaces de aceptar la realidad, de encarar  cambios  y de encontrar  la felicidad. Nuestras vidas se desbocan.
Con este Primer Paso, admitimos  que no somos la  causa del  alcoholismo,   que  no podemos controlar ni curar al alcohólico o a la enfermedad, y que hemos sido afectados por ésta. Somos incapaces ante el alcohol, y ante sus efectos sobre nosotros. Solos no podemos hacer nada para superar las repercusiones de esta   enfermedad. En   realidad  nuestros esfuerzos para ejercer control sobre el alcohol han hecho ingobernables nuestras vidas. Practicar el  Primer Paso nos  aligera el enorme peso que llevamos sobre los hombros. Abandonamos la  batalla que  no  podemos ganar. Reconocemos que  no  tiene sentido
continuar    esa     lucha.    Nos     rendimos completamente.
Esto es un gran logro. La batalla contra el alcoholismo se ha transformado en la base de muchas de nuestras relaciones. Poner fin a esta batalla exige una nueva definición de lo que creemos  sobre nosotros  mismos, sobre otros  y   sobre  nuestras  relaciones. Por ejemplo, muchos confundimos amor  con injerencia. No  sabemos cómo  demostrar afecto o apoyo sin dar consejos,  intentando modificar  las decisiones  de otra persona,  o tratando  de que los seres queridos  hagan lo que nosotros  creemos que les dará felicidad. Confundimos  afecto con control  porque no sabemos cómo respetar la dignidad ajena. Los que aprendimos a controlar lo que podíamos para sobrevivir en un medio alcohólico, ahora continuamos  tratando de controlar todo y a todos sin darnos cuenta de lo que estamos haciendo. Por experiencias pasadas, nos aterra
dejar que otros hagan lo que quieran; pero sólo nos perjudicamos a nosotros mismos y a otros  cuando  insistimos en  encarar  toda relación de esta manera. Las relaciones se deterioran y nuestras vidas se vuelven todavía más ingobernables.  Por eso, aunque  no hay alcohólicos directamente involucrados, los efectos del alcoholismo  continúan  reinando. Así damos el Primer Paso. Admitimos  que somos incapaces de afrontar solos el alcohol y que nuestras vidas se  han vuelto ingobernables.
Al-Anon no  promete que  todos los alcohólicos  se  volverán sobrios, o  que la sobriedad resolverá nuestros problemas o restablecerá   las  relaciones. Tal vez nunca tengamos  la familia de nuestros sueños ni obtengamos   el  amor de  aquellos que  no pueden amar; pero nuestro programa ofrece esperanza porque su base es el cambio. Al ser honestos  y   admitir  que   el   poder   que
intentamos ejercer sobre el alcoholismo no es sino una ilusión, abandonamos esa ilusión que nos mantenía aprisionados en un ciclo infinito de  comportamientos repetidos  y contraproducentes, y   de   decepciones inevitables.
Parece que estuviéramos  perdidos en un desierto. Hay un manantial de agua potable en las cercanías, pero no lo hemos visto todavía porque habíamos estado persiguiendo un espejismo, un oasis imaginario que retrocede a medida que  nosotros avanzamos. Sólo al detenernos, al hacer un balance del producto de nuestros esfuerzos y al admitir que hemos estado detrás de  un  espejismo, podremos dirigirnos  hacia lo que realmente  satisfacerá nuestras  necesidades.  De la misma manera, cuando nos deshagamos de la ilusión de poder sobre el alcohol y sobre otra gente, avanzaremos  en una dirección más positiva, productiva y fructífera. Avanzaremos hacia la
esperanza.


SEGUNDO PASO Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros podría devolvernos el sano juicio.


Se puede definir a la locura como realizar la misma acción una y otra vez, esperando cada vez lograr resultados diferentes. Aquellos que hemos sido  afectados por  la  enfermedad familiar del  alcoholismo, hemos experimentado esta y otras formas de locura. Convivir con los efectos del alcoholismo ajeno nos ha dado una visión  desequilibrada  de la vida. Sin embargo, por más distorsionada que sea nuestra  visión  o por más descontroladas que parezcan nuestras vidas, e independientemente  de las repercusiones  del comportamiento   del  alcohólico, hay  ayuda
disponible para nosotros.
El alcohólico no  puede curar nuestras heridas; tampoco lo  puede  hacer  nuestra fuerza de voluntad, ingenio o perseverancia. Recurrir a estas fuentes una y otra vez no es más útil (o cuerdo) que ir a un taller mecánico o  comprar alimentos. Al  haber fracasado repetidamente en resolver las dificultades por cuenta propia, casi todos nosotros al fin nos damos cuenta de que debemos buscar ayuda en  algún lugar más  prometedor.   Lo  que buscamos es  algo  mayor, que  trascienda nuestra  capacidad;  una fuente de ayuda, de consuelo,  de orientación  y de fortaleza  sin restricciones humanas.  Es   evidente  que necesitamos esta asistencia, pero al no haber podido satisfacer  tantas  necesidades  pasadas, apenas nos atrevemos a abrigar esperanzas de que podemos encontrar la ayuda que requerimos. En  el  proceso  de  aplicar  el Segundo Paso, abrimos los corazones y las
mentes a la posibilidad de que tal poder pueda verdaderamente existir en nuestras vidas. Algunos percibimos  indicios de que podría haber un poder que haga lo que nosotros no podemos, al asistir a la primera reunión de Al- Anon y experimentar un momento de alivio en nuestro  sufrimiento. Después  de   entrar sintiéndonos   angustiados   y     confusos, inseguros de lo que buscamos, a menudo nos sorprende darnos cuenta de que nos sentimos avergonzados o con sentimientos de culpa; en una   reunión  de   Al-Anon  ocurre  algo asombroso, algo que transforma. No podemos precisar qué es ese “algo” o por qué salimos con un sentimiento de paz mayor que cuando entramos; pero es  demasiado bueno para pasarlo por alto. Por eso vamos a otra reunión y descubrimos que ese “algo” está allí todavía. Quizás, sólo quizás, hayamos encontrado esa forma de  poder que  podría hacer lo  que nosotros  no   hemos  podido  hacer  solos.
Llegamos a creer que podría haber un Poder superior a nosotros mismos, un poder superior al alcoholismo.
En  el  Segundo Paso, lo  que  había sido imposible para  nosotros  se  hace  posible porque  nos hemos ubicado  en presencia  de algo  que  trasciende nuestra capacidad humana. Tan sólo con asistir a una reunión o con  manifestar nuestras inquietudes a  un Padrino o Madrina, o con buscar consuelo en la  literatura de Al-Anon, hemos pedido la ayuda de un poder superior a  nosotros y hemos aprovechado la sabiduría colectiva de la hermandad.
Con el tiempo, llegamos a creer que sólo un Poder superior a nosotros tiene la capacidad de devolvernos  la cordura. Para aplicar el Segundo Paso, no tenemos que creer que esto sucederá,    sino    únicamente   que podría suceder. El Segundo Paso se trata de posibilidad, y por ende, se trata de esperanza.


TERCER PASO Resolvimos confiar nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, según nuestro propio entendimiento de Él.


En el Segundo Paso, llegamos a creer que había esperanzas  de una forma de vida más sensata y más serena. En el Tercer Paso, decidimos adoptar dicha  forma  de  vida recurriendo a  un  Dios  de  nuestro entendimiento para obtener ayuda.
Algunos ya  tenemos una relación satisfactoria con un Poder superior a nosotros; pero el concepto  de Dios o  de un Poder Superior puede ser difícil de aceptar para aquellos  que no tienen creencias  espirituales particulares,  y para aquellos que han tenido experiencias negativas  con   organizaciones religiosas en el pasado. Al-Anon no es un
programa religioso sino espiritual. Nuestros Doce Pasos hablan de un Poder superior a nosotros y de un Dios de nuestro entendimiento. No  imponemos una  imagen particular o definición de ese Dios o Poder Superior. En  su  lugar, dejamos que  los miembros definan estas palabras ellos mismos, y  que  busquen una  relación personal y espiritual  que les permita  beneficiarse  de lo que ofrece el programa.
Algunos tenemos un  concepto claro  y específico de un Dios o de un Poder Superior. Otros no tenemos idea de quién o qué puede ser este Poder, pero tratamos de mantener las mentes receptivas a la posibilidad de que en su momento  se dispondrá  de más información. Para algunos, un Poder Superior es el Dios de nuestra formación  religiosa. Otros prefieren identificar a  un  Dios  muy  diferente, más personal, afectuoso, amable y benéfico que el Dios que conocimos  en el pasado. Podemos
encontrar un Poder superior a nosotros en las leyes de la naturaleza, en el amor universal, en la belleza, en una montaña o una tormenta, o en las muchas maravillas de la naturaleza, en la  creatividad y  en  varias  otras  fuentes. Algunos continuamos   usando la  sabiduría colectiva de nuestro grupo Al-Anon como Poder Superior, observando  las magníficas ideas  y   cambios  que  aparecen cuando aprovechamos   esa  sabiduría. El  Dios  de nuestro entendimiento puede ser masculino o femenino, un objeto inanimado, un espíritu o una fuerza de la naturaleza.
Pero independientemente  del Dios que lleguemos a  entender, evitamos cuidadosamente  imponer nuestras creencias personales al  prójimo. En  lugar de  eso, respetamos que todos tengamos la libertad de elegir al Poder Superior que más nos convenga,  a quien podamos entregar nuestra voluntad y  nuestras vidas. Ahora debemos
adoptar la decisión de hacer precisamente eso. La decisión de recurrir a un Poder Superior para que nos ayude puede parecer un riesgo terrible,  pero  en  realidad, ¿qué  podemos perder?  Admitimos que  la   confianza  en nosotros mismos y nuestra determinación nos han   decepcionado continuamente. Tiene entonces sentido intentar otro camino. Entonces  optamos  por   algo   diferente. Tomamos  una decisión,  un compromiso  de colocar todas  nuestras preocupaciones   y sentimientos,       inquietudes,       temores, resentimientos, afectos,   sueños,   deseos, pensamientos,   decisiones y  relaciones (en pocas palabras,  nuestra voluntad  y nuestras vidas)  en   manos  del  Dios  de   nuestro entendimiento.   No  tenemos que  descubrir
nada, ni saber cuáles serán los resultados, ni siquiera sentirnos a gusto al abandonar lo que hacemos por controlar. Lo único que debemos hacer es adoptar una decisión. Al contraer tal
compromiso dejamos de pensar en el fracaso pasado cuando tratábamos de manipular gente y acontecimientos que no podíamos controlar. En su lugar, tomamos la decisión de “confiárselo” a alguien más.
Es mucho más fácil “confiarle” a alguien un problema que sea relativamente insignificante. A muchos nos resulta fácil contar lo que nos sucedió al ir a la estación de gasolina o de lo que hay para el desayuno. Puede ser mucho más difícil soltar las riendas de las cosas que verdaderamente  importan.  Al intentar tomar una  decisión de  importancia,   realizar una acción que tendrá consecuencias a largo plazo, o al confiar en que seremos atendidos  en medio de una crisis, es tentador volver a nuestras  viejas costumbres  de confianza  en uno  mismo,  preocupación y   fuerza  de voluntad. Esos asuntos parecen ser demasiado importantes para arriesgarlos. De la  misma manera, si hemos luchado durante años para
impedir que el alcohólico de nuestras vidas bebiera, la  tarea  de  soltar las  riendas de nuestros esfuerzos y  preocupaciones  no es simple. A lo mejor debamos tener presente de manera constante que  nunca  hemos  sido capaces de controlar al bebedor, ni de predecir el futuro, ni de adoptar la decisión “correcta”, ni  llegar a  la  serenidad a  través de  las preocupaciones.   Así  que  debemos buscar ayuda en otro lugar. La única fuente coherente de ayuda en cuestiones que escapan a nuestro control es un Poder superior a nosotros, y es allí  hacia  donde  decidimos dirigimos al practicar el Tercer Paso.
Ya sea que tengamos una relación bien definida con Dios o un sentimiento incierto de alguna  fuerza  intangible, la   decisión de entregar nuestra  voluntad y nuestras  vidas a Dios  no  elimina  automáticamente los problemas. Sólo hemos tomado una decisión; pero, al hacerlo, hemos abierto una puerta de
ayuda y nos hemos apartado del camino. Cada vez  que  nos  rendimos, profundizamos el compromiso.
Al practicar el Tercer Paso y tomar esta decisión, podemos, sin importar lo que suceda en nuestras vidas, confiar en que se nos guiará y se nos cuidará. Ya no estamos a cargo de nada. Colocándonos  en manos del Dios de nuestro entendimiento,   estamos en  buenas manos.