Los Doce Pasos - Como ayuda Al Anon
Después de tratar innumerables métodos para poner fin a la terrible frustración y al sufrimiento que acompañan al alcoholismo, muchos de nosotros no nos decidimos a invertir nuestras esperanzas y energía en otro intento de mejorar nuestro destino en la vida; pero impulsados por la desesperación, o por pura suerte, o por la gracia de Dios, llegamos a Al-Anon y encontramos consuelo y apoyo al escuchar una y otra vez partes de nuestra propia historia contada por otros que han atravesado situaciones similares. Por eso volvemos a las reuniones y tratamos de aplicar tentativamente las sugerencias escuchadas. A medida que vimos que estas sugerencias resultaban útiles y comenzamos a encontrar
soluciones que nos conducen a la serenidad, decidimos adoptar el programa de Al-Anon y hacer todo lo necesario para sanar. Dimos un salto de fe, sabiendo que tendríamos que trabajar arduamente y que quizás cambiaríamos de una manera que no podíamos predecir. Evidentemente, valió la pena.
INSTRUMENTOS PRÁCTICOS DE CAMBIO
¿Pero hacia dónde íbamos a partir de aquí? ¿Qué podríamos hacer para que nuestras vidas
se orientaran hacia algo mucho más saludable?
La única manera productiva de aprovechar todo lo que nos ofrece el programa de Al-Anon es adoptar los Doce Pasos. Son el fundamento de nuestro programa, los principios básicos sobre los cuales descansa toda la recuperación en Al-Anon.
De alguna manera, los Pasos son una guía que nos enseña a encontrar respuestas a las preguntas más urgentes, respuestas que anteriormente no veíamos. Durante el proceso, llegamos a conocernos a nosotros mismos. Al mostrarnos cómo hacer la paz con el pasado, los Pasos nos ayudan a vivir la realidad del presente. Empezamos a ocuparnos de nosotros mismos, aún a desafiarnos. Logramos perdonarnos a nosotros y a otros, y, por último, a amar más profundamente que antes. Pero a diferencia de otros criterios de “Ayúdate a ti mismo”, los Pasos no se jactan de entregar respuestas oportunas a preguntas personales complicadas. En lugar de ello, ofrecen un proceso que nos facilita encontrar dichas respuestas nosotros mismos.
Adoptar los Pasos es una experiencia de aprendizaje continua en la que cada acción nos hace tomar conciencia de diversos aspectos de nuestras propias vidas. Aún nuestros errores nos ofrecen tesoros porque nos pueden conducir a ideas significativas. En este sentido, cada intento de seguir este camino espiritual es positivo, y no podemos equivocarnos. Esto nos llena de dicha, ya que adoptar los Pasos no es un proceso ni simple ni directo. En realidad, durante gran parte del tiempo, a duras penas simplemente salimos del paso.
Aunque no hay una manera única de abordar los Pasos, muchos encontramos que es muy beneficioso tomarlos uno por uno, en orden. Cada Paso se basa en el anterior. Muchos recién llegados, impacientes por introducir cambios, tratan de practicar todos los Pasos al mismo tiempo o intentan saltear algunos para llegar directamente a los que consideran los Pasos de “acción”; pero todos los Pasos son Pasos de “acción”, y cada uno de ellos tiene un papel crucial en el proceso de recuperación. Puede ser útil al principio aprender sobre los Pasos en general; luego centrarse específicamente en los primeros tres, comenzando con el Primer Paso y aplicándolos a nuestras vidas de la mejor manera posible. Al entender bien estos primeros Pasos, establecemos una base firme sobre la que se construye una nueva forma de vida más satisfactoria.
Después de un tiempo, tratamos de entender los Pasos con mayor profundidad. Esperando comprender su sabiduría, leemos, pensamos, escribimos, hablamos sobre los mismos y escuchamos lo que otros han aprendido en sus investigaciones. Meditamos sobre cada una de las palabras, así como sobre oraciones enteras, y tratamos de descubrir de qué manera se podrían aplicar a nuestras circunstancias particulares. Y luego nos zambullimos otra vez para hacer lo que pensamos que algunos Pasos en particular sugieren.
Podemos practicar un Paso con rapidez, y luego volver al mismo una y otra vez. O podemos pasar años meditando e investigando un sólo Paso. Ya sea que adoptemos estos conceptos de todo corazón o que nos resistamos con vehemencia, cualquier respuesta honesta nos ayuda a crecer. A medida que pasa el tiempo, encontramos que cambia nuestra comprensión de los Pasos (y hasta pueden contradecirse interpretaciones anteriores) ya que continuamos progresando y cambiando. Gradualmente descubrimos una riqueza y una profundidad en sus palabras que nunca habíamos sospechado. Llegamos a darnos cuenta de que hemos experimentado un despertar espiritual y sabemos que ya nunca seremos los mismos.
Hemos comenzado un viaje espiritual extraordinario que puede transformar nuestra vida. Un viaje de recuperación de los efectos del alcoholismo. Cada paso que damos en este viaje nos acerca a la meta de convertirnos plenamente en los hombres y las mujeres que podemos ser; pero no es necesario que deambulemos sin rumbo, luchando solos, sin orientación para encontrar el camino. Los Doce Pasos de Al-Anon nos muestran el camino. Con los Pasos podemos llenar ese vació dentro de nosotros donde reinan la soledad y el dolor. Renacemos de una manera que nunca habíamos experimentado antes. Percibimos que somos parte de algo y que somos queridos. A continuación se incluye una breve reseña de este extraordinario camino de desarrollo espiritual y crecimiento personal:
LOS DOCE PASOS
1. Admitimos que éramos incapaces de afrontar solos el alcohol, y que nuestra vida se había vuelto ingobernable.
2. Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros podría devolvernos el sano juicio.
3. Resolvimos confiar nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, según nuestro propio entendimiento de Él.
4. Sin temor, hicimos un sincero y minucioso examen de conciencia.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestras faltas.
6. Estuvimos enteramente dispuestos a que Dios eliminase todos estos defectos de carácter.
7. Humildemente pedimos a Dios que nos librase de nuestras culpas.
8. Hicimos una lista de todas las personas a quienes habíamos perjudicado, y estuvimos dispuestos a reparar el mal que les ocasionamos.
9. Reparamos directamente el mal causado a esas personas cuando nos fue posible, excepto en los casos en que el hacerlo les hubiese infligido más daño, o perjudicado a un tercero.
10. Proseguimos con nuestro examen de conciencia, admitiendo espontáneamente nuestras faltas al momento de reconocerlas.
11. Mediante la oración y la meditación, tratamos de mejorar nuestro contacto consciente con Dios, según nuestro propio entendimiento de Él, y le pedimos tan solo la capacidad para reconocer Su
voluntad y las fuerzas para cumplirla.
12. Habiendo logrado un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a otras personas, y practicar estos principios en todas nuestras acciones.
PRIMER PASO
Admitimos que éramos incapacesde afrontar solos el alcohol, y que nuestra vida se había vuelto ingobernable.
La vida de cada uno de nosotros ha sido devastada por el alcoholismo de otra persona. No podemos modificar ese hecho. Nos hemos visto profundamente afectados por la enfermedad del alcoholismo. Sus efectos continúan impregnando nuestras vidas. Tampoco podemos cambiar el comportamiento o las actitudes de aquellos que nos rodean. Ni siquiera podemos poner fin a la bebida. Somos incapaces ante el alcohol. Mientras continuemos creyendo que podemos controlar o curar el alcoholismo, sus síntomas o sus efectos, continuaremos luchando en una batalla que no podremos ganar. Sufren nuestra autoestima, nuestras relaciones y nuestra capacidad de disfrutar de
la vida. Derrochamos toda nuestra energía en una acción sin esperanza, y no queda nada para prestarle atención a nuestras propias necesidades. Nuestras vidas se han vuelto ingobernables.
Vivamos o no con el alcoholismo activo, la vida es ingobernable cuando perdemos la perspectiva de lo que es o no responsabilidad nuestra. Nos ofendemos por acciones que nada tienen que ver con nosotros; o intervenimos donde no es apropiado, y dejamos de lado nuestras obligaciones legítimas que tenemos hacia nosotros mismos y hacia otras personas. Nuestra desubicada preocupación por otras personas se torna intrusa, entrometida, resentida y destinada al fracaso. En lugar de ayudar a aquellos que queremos, demostramos falta de respeto por ellos y creamos discordia en nuestras relaciones.
Cuando nuestras preocupaciones por otros nos hacen descuidar la responsabilidad de prestarle atención a nuestra propia salud física, emocional y espiritual, sufrimos. Se deterioran nuestra salud y nuestra autoestima. Nos tornamos incapaces de aceptar la realidad, de encarar cambios y de encontrar la felicidad. Nuestras vidas se desbocan.
Con este Primer Paso, admitimos que no somos la causa del alcoholismo, que no podemos controlar ni curar al alcohólico o a la enfermedad, y que hemos sido afectados por ésta. Somos incapaces ante el alcohol, y ante sus efectos sobre nosotros. Solos no podemos hacer nada para superar las repercusiones de esta enfermedad. En realidad nuestros esfuerzos para ejercer control sobre el alcohol han hecho ingobernables nuestras vidas. Practicar el Primer Paso nos aligera el enorme peso que llevamos sobre los hombros. Abandonamos la batalla que no podemos ganar. Reconocemos que no tiene sentido
continuar esa lucha. Nos rendimos completamente.
Esto es un gran logro. La batalla contra el alcoholismo se ha transformado en la base de muchas de nuestras relaciones. Poner fin a esta batalla exige una nueva definición de lo que creemos sobre nosotros mismos, sobre otros y sobre nuestras relaciones. Por ejemplo, muchos confundimos amor con injerencia. No sabemos cómo demostrar afecto o apoyo sin dar consejos, intentando modificar las decisiones de otra persona, o tratando de que los seres queridos hagan lo que nosotros creemos que les dará felicidad. Confundimos afecto con control porque no sabemos cómo respetar la dignidad ajena. Los que aprendimos a controlar lo que podíamos para sobrevivir en un medio alcohólico, ahora continuamos tratando de controlar todo y a todos sin darnos cuenta de lo que estamos haciendo. Por experiencias pasadas, nos aterra
dejar que otros hagan lo que quieran; pero sólo nos perjudicamos a nosotros mismos y a otros cuando insistimos en encarar toda relación de esta manera. Las relaciones se deterioran y nuestras vidas se vuelven todavía más ingobernables. Por eso, aunque no hay alcohólicos directamente involucrados, los efectos del alcoholismo continúan reinando. Así damos el Primer Paso. Admitimos que somos incapaces de afrontar solos el alcohol y que nuestras vidas se han vuelto ingobernables.
Al-Anon no promete que todos los alcohólicos se volverán sobrios, o que la sobriedad resolverá nuestros problemas o restablecerá las relaciones. Tal vez nunca tengamos la familia de nuestros sueños ni obtengamos el amor de aquellos que no pueden amar; pero nuestro programa ofrece esperanza porque su base es el cambio. Al ser honestos y admitir que el poder que
intentamos ejercer sobre el alcoholismo no es sino una ilusión, abandonamos esa ilusión que nos mantenía aprisionados en un ciclo infinito de comportamientos repetidos y contraproducentes, y de decepciones inevitables.
Parece que estuviéramos perdidos en un desierto. Hay un manantial de agua potable en las cercanías, pero no lo hemos visto todavía porque habíamos estado persiguiendo un espejismo, un oasis imaginario que retrocede a medida que nosotros avanzamos. Sólo al detenernos, al hacer un balance del producto de nuestros esfuerzos y al admitir que hemos estado detrás de un espejismo, podremos dirigirnos hacia lo que realmente satisfacerá nuestras necesidades. De la misma manera, cuando nos deshagamos de la ilusión de poder sobre el alcohol y sobre otra gente, avanzaremos en una dirección más positiva, productiva y fructífera. Avanzaremos hacia la
esperanza.
SEGUNDO PASO Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros podría devolvernos el sano juicio.
Se puede definir a la locura como realizar la misma acción una y otra vez, esperando cada vez lograr resultados diferentes. Aquellos que hemos sido afectados por la enfermedad familiar del alcoholismo, hemos experimentado esta y otras formas de locura. Convivir con los efectos del alcoholismo ajeno nos ha dado una visión desequilibrada de la vida. Sin embargo, por más distorsionada que sea nuestra visión o por más descontroladas que parezcan nuestras vidas, e independientemente de las repercusiones del comportamiento del alcohólico, hay ayuda
disponible para nosotros.
El alcohólico no puede curar nuestras heridas; tampoco lo puede hacer nuestra fuerza de voluntad, ingenio o perseverancia. Recurrir a estas fuentes una y otra vez no es más útil (o cuerdo) que ir a un taller mecánico o comprar alimentos. Al haber fracasado repetidamente en resolver las dificultades por cuenta propia, casi todos nosotros al fin nos damos cuenta de que debemos buscar ayuda en algún lugar más prometedor. Lo que buscamos es algo mayor, que trascienda nuestra capacidad; una fuente de ayuda, de consuelo, de orientación y de fortaleza sin restricciones humanas. Es evidente que necesitamos esta asistencia, pero al no haber podido satisfacer tantas necesidades pasadas, apenas nos atrevemos a abrigar esperanzas de que podemos encontrar la ayuda que requerimos. En el proceso de aplicar el Segundo Paso, abrimos los corazones y las
mentes a la posibilidad de que tal poder pueda verdaderamente existir en nuestras vidas. Algunos percibimos indicios de que podría haber un poder que haga lo que nosotros no podemos, al asistir a la primera reunión de Al- Anon y experimentar un momento de alivio en nuestro sufrimiento. Después de entrar sintiéndonos angustiados y confusos, inseguros de lo que buscamos, a menudo nos sorprende darnos cuenta de que nos sentimos avergonzados o con sentimientos de culpa; en una reunión de Al-Anon ocurre algo asombroso, algo que transforma. No podemos precisar qué es ese “algo” o por qué salimos con un sentimiento de paz mayor que cuando entramos; pero es demasiado bueno para pasarlo por alto. Por eso vamos a otra reunión y descubrimos que ese “algo” está allí todavía. Quizás, sólo quizás, hayamos encontrado esa forma de poder que podría hacer lo que nosotros no hemos podido hacer solos.
Llegamos a creer que podría haber un Poder superior a nosotros mismos, un poder superior al alcoholismo.
En el Segundo Paso, lo que había sido imposible para nosotros se hace posible porque nos hemos ubicado en presencia de algo que trasciende nuestra capacidad humana. Tan sólo con asistir a una reunión o con manifestar nuestras inquietudes a un Padrino o Madrina, o con buscar consuelo en la literatura de Al-Anon, hemos pedido la ayuda de un poder superior a nosotros y hemos aprovechado la sabiduría colectiva de la hermandad.
Con el tiempo, llegamos a creer que sólo un Poder superior a nosotros tiene la capacidad de devolvernos la cordura. Para aplicar el Segundo Paso, no tenemos que creer que esto sucederá, sino únicamente que podría suceder. El Segundo Paso se trata de posibilidad, y por ende, se trata de esperanza.
TERCER PASO Resolvimos confiar nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, según nuestro propio entendimiento de Él.
En el Segundo Paso, llegamos a creer que había esperanzas de una forma de vida más sensata y más serena. En el Tercer Paso, decidimos adoptar dicha forma de vida recurriendo a un Dios de nuestro entendimiento para obtener ayuda.
Algunos ya tenemos una relación satisfactoria con un Poder superior a nosotros; pero el concepto de Dios o de un Poder Superior puede ser difícil de aceptar para aquellos que no tienen creencias espirituales particulares, y para aquellos que han tenido experiencias negativas con organizaciones religiosas en el pasado. Al-Anon no es un
programa religioso sino espiritual. Nuestros Doce Pasos hablan de un Poder superior a nosotros y de un Dios de nuestro entendimiento. No imponemos una imagen particular o definición de ese Dios o Poder Superior. En su lugar, dejamos que los miembros definan estas palabras ellos mismos, y que busquen una relación personal y espiritual que les permita beneficiarse de lo que ofrece el programa.
Algunos tenemos un concepto claro y específico de un Dios o de un Poder Superior. Otros no tenemos idea de quién o qué puede ser este Poder, pero tratamos de mantener las mentes receptivas a la posibilidad de que en su momento se dispondrá de más información. Para algunos, un Poder Superior es el Dios de nuestra formación religiosa. Otros prefieren identificar a un Dios muy diferente, más personal, afectuoso, amable y benéfico que el Dios que conocimos en el pasado. Podemos
encontrar un Poder superior a nosotros en las leyes de la naturaleza, en el amor universal, en la belleza, en una montaña o una tormenta, o en las muchas maravillas de la naturaleza, en la creatividad y en varias otras fuentes. Algunos continuamos usando la sabiduría colectiva de nuestro grupo Al-Anon como Poder Superior, observando las magníficas ideas y cambios que aparecen cuando aprovechamos esa sabiduría. El Dios de nuestro entendimiento puede ser masculino o femenino, un objeto inanimado, un espíritu o una fuerza de la naturaleza.
Pero independientemente del Dios que lleguemos a entender, evitamos cuidadosamente imponer nuestras creencias personales al prójimo. En lugar de eso, respetamos que todos tengamos la libertad de elegir al Poder Superior que más nos convenga, a quien podamos entregar nuestra voluntad y nuestras vidas. Ahora debemos
adoptar la decisión de hacer precisamente eso. La decisión de recurrir a un Poder Superior para que nos ayude puede parecer un riesgo terrible, pero en realidad, ¿qué podemos perder? Admitimos que la confianza en nosotros mismos y nuestra determinación nos han decepcionado continuamente. Tiene entonces sentido intentar otro camino. Entonces optamos por algo diferente. Tomamos una decisión, un compromiso de colocar todas nuestras preocupaciones y sentimientos, inquietudes, temores, resentimientos, afectos, sueños, deseos, pensamientos, decisiones y relaciones (en pocas palabras, nuestra voluntad y nuestras vidas) en manos del Dios de nuestro entendimiento. No tenemos que descubrir
nada, ni saber cuáles serán los resultados, ni siquiera sentirnos a gusto al abandonar lo que hacemos por controlar. Lo único que debemos hacer es adoptar una decisión. Al contraer tal
compromiso dejamos de pensar en el fracaso pasado cuando tratábamos de manipular gente y acontecimientos que no podíamos controlar. En su lugar, tomamos la decisión de “confiárselo” a alguien más.
Es mucho más fácil “confiarle” a alguien un problema que sea relativamente insignificante. A muchos nos resulta fácil contar lo que nos sucedió al ir a la estación de gasolina o de lo que hay para el desayuno. Puede ser mucho más difícil soltar las riendas de las cosas que verdaderamente importan. Al intentar tomar una decisión de importancia, realizar una acción que tendrá consecuencias a largo plazo, o al confiar en que seremos atendidos en medio de una crisis, es tentador volver a nuestras viejas costumbres de confianza en uno mismo, preocupación y fuerza de voluntad. Esos asuntos parecen ser demasiado importantes para arriesgarlos. De la misma manera, si hemos luchado durante años para
impedir que el alcohólico de nuestras vidas bebiera, la tarea de soltar las riendas de nuestros esfuerzos y preocupaciones no es simple. A lo mejor debamos tener presente de manera constante que nunca hemos sido capaces de controlar al bebedor, ni de predecir el futuro, ni de adoptar la decisión “correcta”, ni llegar a la serenidad a través de las preocupaciones. Así que debemos buscar ayuda en otro lugar. La única fuente coherente de ayuda en cuestiones que escapan a nuestro control es un Poder superior a nosotros, y es allí hacia donde decidimos dirigimos al practicar el Tercer Paso.
Ya sea que tengamos una relación bien definida con Dios o un sentimiento incierto de alguna fuerza intangible, la decisión de entregar nuestra voluntad y nuestras vidas a Dios no elimina automáticamente los problemas. Sólo hemos tomado una decisión; pero, al hacerlo, hemos abierto una puerta de
ayuda y nos hemos apartado del camino. Cada vez que nos rendimos, profundizamos el compromiso.
Al practicar el Tercer Paso y tomar esta decisión, podemos, sin importar lo que suceda en nuestras vidas, confiar en que se nos guiará y se nos cuidará. Ya no estamos a cargo de nada. Colocándonos en manos del Dios de nuestro entendimiento, estamos en buenas manos.